Durante muchos siglos los métodos que utilizaron los maestros para disciplinar a los alumnos fueron muy violentos. En esta nota, Billiken te cuenta en qué consistían.
Tal como lo indican Carla Baredes y Pablo Pineau en “La escuela no fue siempre así” (2008), durante muchos siglos si un alumno se portaba mal en la escuela la pasaba realmente muy mal. Los métodos que utilizaban los maestros para disciplinar a los alumnos eran muy diversos: los golpeaban con palmetas o látigos, los obligaban a quedarse parados en formas muy incómodas (con los brazos en cruz o con un libro sobre la cabeza) o a arrodillarse sobre una regla o sobre granos de maíz. Si los estudiantes decían “malas palabras”, debían permanecer con la boca llena de agua o lavarse la lengua con jabón. Si hablaban mucho, se les ponía una lengua de trapo o, directamente, se los amordazaba. Y si los chicos hacían algo grave, los inmovilizaban con un cepo, los encerraban dentro de un cajón, les ponían un taragallo (una plancha pesada que se colgaba del pecho), unas cormas (tablas que se ponían en los pies) o los metían en el saco (un chaleco del que salía una soga con la que los colgaban del techo).
Los cambios empezaron en la segunda mitad del siglo XIX, cuando las leyes prohibieron el uso de los castigos corporales. De todas formas, en muchas escuelas se siguieron usando por muchos años más, aunque “suavizados”: los maestros les pegaban a los alumnos con la regla en la punta de los dedos, los dejaban parados en un rincón del aula o los obligaban a quedarse en la escuela hasta varias horas después del horario de salida.
En Inglaterra los castigos corporales fueron prohibidos recién en 1986, pero no en todas las escuelas. En las privadas los maestros podían castigar si los padres les daban permiso. Los niños ingleses tuvieron que esperar hasta el año 1999 para que los castigos se prohibieran definitivamente.
En algunas escuelas de Estados Unidos, cada viernes el maestro entrega a los más obedientes un bono que puede ser canjeado por descuentos para comprar zapatillas, una gaseosa u otras cosas que no tienen nada que ver con la escuela.
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