La Abadía de Holyrood fue fundada en 1128 por el rey David I de Escocia como un monasterio agustino. Según la leyenda, el monarca decidió construirla tras un encuentro milagroso con un ciervo mientras cazaba: el animal portaba una cruz luminosa entre sus astas, lo que interpretó como una señal divina.
A lo largo de los siglos, la abadía no solo cumplió funciones religiosas, sino que también fue escenario de coronaciones, bodas y funerales reales. Su cercanía al Palacio de Holyroodhouse, residencia oficial de los monarcas británicos en Escocia, reforzó su importancia política y ceremonial.
Transformaciones y daños a lo largo de los siglos

Con el paso del tiempo, la Abadía de Holyrood sufrió incendios, saqueos y el desgaste propio del clima escocés. Durante la Reforma Escocesa del siglo XVI, gran parte de su estructura fue dañada, y en 1768 su techo colapsó definitivamente, dejando el interior a cielo abierto.
Hoy, lo que queda en pie son sus majestuosas ruinas góticas: muros altos, arcos ojivales y ventanales que permiten imaginar la imponencia original del edificio. Entre sus características más destacadas se encuentran:
- Estilo arquitectónico: gótico.
- Año de fundación: 1128.
- Ubicación: al pie de la colina Arthur’s Seat, Edimburgo.
Mirá También

Fortaleza de La Mota: el castillo de 1000 años que aún vigila una pequeña ciudad de España
Visitar la Abadía de Holyrood hoy

Actualmente, la Abadía de Holyrood forma parte del complejo del Palacio de Holyroodhouse y puede visitarse con una entrada conjunta. Los visitantes pueden recorrer sus ruinas, pasear por los jardines y conocer más sobre su historia a través de exhibiciones y paneles informativos.
Su atmósfera melancólica y fotogénica la ha convertido en un lugar muy buscado por fotógrafos, amantes de la historia y turistas que desean descubrir uno de los rincones más emblemáticos de Escocia. Además, su proximidad a la Royal Mile facilita su acceso desde el centro de Edimburgo, lo que la convierte en una parada obligada para quienes recorren la ciudad.
