La tendencia general de las dos últimas décadas se dirige hacia una mayor libertad para viajar. La media mundial de destinos a los que los viajeros pueden acceder sin visado –tan solo con sus pasaportes- casi se duplicó, pasando de 58 en 2006 a 111 en 2024.
Sin embargo, las personas más pobres siguen siendo las que se enfrentan a mayores dificultades a la hora de viajar o trasladarse a países más prósperos. Sucede incluso si poseen los medios económicos para hacerlo. El desafío lo presenta el poder –o la carencia de tal– que tienen sus pasaportes.
¿Qué hace “poderosos” a los pasaportes?
Se considera que un pasaporte tiene más o menos poder en función de la cantidad de países que sus poseyentes pueden visitar sin necesidad de solicitar una visa con anticipación.
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En la actualidad, Afganistán tiene el pasaporte menos poderoso del mundo. La razón es que, con él, las y los afganos pueden viajar a apenas 26 destinos mundiales sin pedir visa. A modo de referencia, el pasaporte argentino permite visitar 172 países con esta modalidad.
Entre el poder y la carencia: la brecha de movilidad global
Entre los países que se encuentran en la parte superior e inferior del índice de movilidad global hay una brecha que es ahora más amplia que nunca. En otras palabras, los países más pobres se enfrentan a restricciones de viaje cada vez más duras que sus homólogos más ricos.
Un claro ejemplo de esto es que siete de los 10 países que reciben más denegaciones de visado Schengen se encuentran en África.
¿Por qué se da este fenómeno? Lo que pasa es que los países ricos y más estables dudan en abrir sus fronteras a países que puedan suponer una amenaza para la seguridad, esté o no justificado. También puede preocuparles que los viajeros sobrepasen la duración de sus visados en busca de seguridad, oportunidades y una mayor calidad de vida.