Billiken te acerca una de las historias más hermosas jamás escritas: el famoso cuento de Jonathan Swift ilustrado por Milo Lockett. ¡Para vos que lo estabas esperando para leérselo a tus hijos!
Nada le gustaba tanto a Ismael como el mar. Sus olas enormes yéndose lejos y volviendo apuradas a la orilla. Por eso, en busca de nuevas aventuras decidió trabajar como marinero de un barco.
No se imaginaba que estaba por comenzar el viaje más importante de su vida.
Después de mucho buscar, consiguió trabajo en un barco que cazaba ballenas. En esos tiempos se cazaban ballenas, porque su aceite se usaba para encender las lámparas de las casas, fabricar velas y hacer jabón.
El capitán del barco era un hombre muy serio, que siempre andaba por el barco con cara de enojado. Tenía una cicatriz en la cara y algo peor: una de sus piernas estaba hecha de huesos de ballena. ¡Horrible!
Un marinero le contó a Ismael que el capitán había perdido su pierna en la lucha contra una enorme ballena blanca, a la que llamaban Moby Dick.
“Cazaré a esa ballena así sea lo último que haga”, repetía el capitán.
Una mañana, el capitán anunció:
–¡Estén atentos! ¡Busquen a la ballena blanca! Si la ven, griten hasta quedarse afónicos. Le daré esta moneda de oro a quien la cace.
Los marineros quedaron encandilados por el brillo de la moneda.
Ismael y sus compañeros buscaban día y noche con sus catalejos... pero no la encontraban.
Pasaron los días, hasta que una mañana muy fría un marinero gritó:
–¡Miren ahí! ¡Ballenas! ¡Y más ballenas!
Se acercaron para observarlas con más detalle, pero ninguna era Moby Dick. La ballena blanca se había transformado en lo único importante para el capitán y su tripulación.
Varias semanas más tarde, un marinero vio a lo lejos algo parecido a una isla blanca que se movía.
–¡La encontré! ¡Compañeros, tiene que ser Moby Dick! –gritó desde el mástil más alto del barco.
Pero... qué desilusión se llevaron cuando se dieron cuenta de que aquella isla era en realidad la cabeza de un calamar gigante.
Ismael y sus compañeros soportaron terribles tormentas, días de frío y calor, la brújula del barco se rompió... Los problemas aumentaban, pero no se rendían. Hasta que una tarde los marineros de otro barco les contaron dónde habían visto por última vez a la enorme ballena blanca. Hasta allí fueron. ¡Y la encontraron!
Varios días tardaron en llegar hasta el lugar que les habían indicado. ¡Y allí estaba Moby Dick! Cuando Ismael y los demás marineros tuvieron cerca a la ballena, se dieron cuenta de que lo que decían de ella era verdad: era blanca como la Luna y grande, ¡muy grande! Más grande de lo que se habían imaginado.
Y empezó la lucha, de los marineros por atraparla y de la ballena por escapar. ¿Pero saben qué? Moby Dick sabía cómo defenderse: pasó por abajo del barco y lo hizo sacudir como una gelatina. Con el movimiento de su cola formó remolinos, que hicieron girar al barco como si fuera una calesita. Y no pudieron con ella: no lograron atraparla. Era una ballena fuerte y muy inteligente. Tal vez todavía esté nadando por algún mar del mundo.
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