Se encuentra en Francia, tiene 120 arcos distribuidos en sus dos niveles y, durante siglos, sirvió de fortaleza.
Al viajar a la ciudad de Arlés, que hace 2.000 años estaba en el centro del Imperio Romano, es posible contemplar construcciones muy longevas. Una de ellas es el anfiteatro homónimo, que está en pie desde el siglo I d. C.
Este enorme recinto, que al momento de su apertura tenía capacidad para más de 20.000 espectadores, se utilizó para espectáculos de entretenimiento, que se organizaron a partir del año 90.
Pero, tras la caída del Imperio, que comenzó en el siglo V, quedó abandonado y, durante más de un milenio, sirvió de fortaleza para los habitantes de Arlés.
En sus primeros siglos de historia, el anfiteatro Arlés, que mide 136 metros de largo, 109 metros de ancho, 21 metros de alto y sorprende con sus 120 arcos (60 en cada nivel), era el centro de eventos más concurrido de la región.
Sobre sus gradas, que tenían cuatro divisiones para albergar a personas de diversas clases sociales, los espectadores podían presenciar desde carreras de carros hasta batallas, cuerpo a cuerpo, de diversos luchadores.
Pero, como ya hemos mencionado, estos espectáculos desaparecieron con el Imperio Romano y, al poco tiempo, las instalaciones se acondicionaron para ser utilizadas como fortaleza.
Debido a los tiempos de incertidumbre que se experimentaron en esta zona de Francia a mediados del siglo V, los habitantes decidieron invadir el anfiteatro Arlés y construir, sobre la antigua arena, 200 casas.
De esta manera, era posible proteger a la población y supervisar la llegada de invasores, desde las cuatro torres que la construcción lucía en su momento.
Para sorpresa de muchos, al investigar la historia del sitio, está claro que se utilizó durante poco tiempo como anfiteatro, ya que durante más de 1.000 años tuvo una faceta residencial.
Las 200 viviendas de su interior se modernizaron con el paso del tiempo y las personas que allí vivían decidieron construir hasta un sistema de calles y dos iglesias.
Finalmente, en pleno siglo XIX, por iniciativa del escritor Prosper Mérimée, Francia reconoció la relevancia del anfiteatro Arlés y su estado deplorable. Por lo tanto, ordenó la expropiación de las casas y el posterior trabajo de reconstrucción, que se concretó a partir de 1830.
Mediante las obras mencionadas, el anfiteatro Arlés recuperó su faceta cultural y se ha utilizado para:
Por último, un detalle no menor es que desde 1981, este recinto histórico de Europa es reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
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