En Argentina, la factura clásica por excelencia es la medialuna. Acompaña desayunos y meriendas, casi siempre junto a un café con leche o mate, y por qué no almuerzos y cenas. Sin embargo, no muchos saben que en realidad es una adaptación del croissant, un dulce de origen europeo.
Sus formas son muy similares, ya que ambas se asemejan a una luna creciente (y de allí "medialuna"), aunque la versión europea no tiene los pliegues en los extremos. También se diferencian ligeramente en la receta.
Algo que los une, sin embargo, es su origen, que se remonta cuatro siglos atrás: es la historia de un pueblo atacado, y de unos panaderos que se convirtieron en héroes y crearon el kipferl.
El dulce de la victoria
Para entender el origen del croissant, hay que remontarse a finales del siglo XVII, cuando el Imperio Otomano intentó por segunda vez invadir Austria en las guerras austro-turcas. El visir turco Kara Mustafá Pachá avanzaba junto a sus tropas siguiendo el curso del río Danubio, hasta que se encontró con una gran ciudad amurallada: Viena (actual capital austríaca).
El plan era matar de hambre a los soldados que estaban defendiendo por dentro a la ciudad, que respondían al rey polaco y al emperador austríaco. La resistencia duró dos meses, hasta que los otomanos se cansaron de esperar y probaron una nueva estrategia: cavar túneles subterráneos por la noche, hasta llegar dentro de la ciudad.
Sin embargo, no tuvieron en cuenta a una figura clave de Viena: los panaderos. Estos, al escuchar ruidos extraños alertaron pronto a sus tropas, que lograron vencer el avance otomano en la batalla de Kahlenberg.
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Luego de la victoria, el emperador Leopoldo I les otorgó ciertos honores, como la posibilidad de llevar espadas en el cinturón. Ellos, en agradecimiento y también para festejar la victoria, elaboraron dos dulces:
- Kaisersemmel, o "bollo imperial".
- Kipferl, o "medialuna" en austríaco.
Este último era más bien pequeño, y su forma de medialuna tenía la intención de burlar al otomano, que portaba el símbolo de la luna en su bandera. Así, cada vez que comían un kipferl, estaban "comiendo a un turco".
¿Kipferl o croissant?
El kipferl fue un éxito en Viena y pronto se extendió por las regiones aledañas. Menos de cien años después, la reina Maria Antonieta de Austria, esposa del rey Luis XVI, llegó a la capital francesa y con ella llevó el kipferl.
Según cuenta la versión más extendida, no tuvo mucho éxito al principio. Sin embargo, para 1838 el postre ya había sido adaptado a las tradiciones francesas: se hizo más grande aunque mantuvo su forma de medialuna, y se cambió su receta. En vez de elaborarlo con levadura, se hacía con hojaldre, y esa es la versión que prevaleció hasta el día de hoy.
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Por supuesto, también le cambiaron el nombre por uno francés. Sin embargo, la esencia estaba intacta, ya que croissant significa "creciente" en referencia a la Luna. Pronto comenzó a venderse en muchas panaderías de París, y su fama llegó al día de hoy.