En la memoria colectiva argentina residen infinitas historias, canciones, acontecimientos y fragmentos culturales. Es posible ubicar el origen de la mayoría de ellos, y encontramos sus raíces de muchos en nuestra infancia. Es el caso, por ejemplo, del plato timorato que figura en la Canción de tomar el té de María Elena Walsh.
La canción empieza algo así:
"Estamos invitados a tomar el té,
la tetera es de porcelana
pero no se ve,
yo no se por qué".
¿Qué es un plato timorato?
María Elena Walsh fue una poeta, escritora, dramaturga, compositora y cantautora argentina. Su legado dejó una impronta inconfundible en la infancia de millones de chicos y chicas de distintas generaciones.
La ilustre dominaba el español de forma tan excepcional que logró rescatar el adjetivo timorato para describir a un plato que se casó con una cafetera en la "Canción de tomar el té".
No es la única frase ingeniosa del tema musical; por ejemplo, también tenemos la famosa tetera de porcelana que no se ve, o el azúcar que, del susto que se pegó, se puso blanca.
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Sin embargo, el concepto de un plato timorato llama especialmente la atención. ¿Cómo se define ese extraño adjetivo? Timorato significa tímido, indeciso, encogido, y también "que se escandaliza con exageración de cosas que no le parecen conformes a la moral convencional". Tiene sentido que un plato que se casó con una cafetera, y no con otro plato como quizás cabría esperar en este mundo de fantasía, sea un poco timorato.
¿Cuál es el significado de la Canción de tomar el té?
María Elena Walsh explica que la Canción de tomar el té es una especie de burla al elitismo o "esnobismo" que emana la actividad en cuestión, sobre todo en Argentina, donde el acto de tomar el té no es algo natural, autóctono o propio, sino una mera importación anglosajona.
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Explicaba la autora: "se supone que la gente paqueta, los chicos regios, toman el té. Los otros, el resto, toma la leche, o el chocolate, o el café con leche".
Walsh explicaba que le resultaba curiosa la adopción de la canción por parte de los chicos, a quienes en su mayoría no les gustaba el té sino simplemente la sonoridad de la palabra y de la canción en su totalidad. "Tomé esa repugnancia infantil y la convertí en un hecho jocoso", contaba.