Abuelas Cuentacuentos es un programa que reúne voluntarias de todo el país que buscan fomentar el amor por la lectura entre niños y niñas. Visitan escuelas para contar historias y transmiten intergeneracionalmente el valor simbólico de los cuentos.
Billiken tuvo el placer de charlar con Ana María Lovecchio, una Abuela Cuentacuentos de Comodoro Rivadavia que tiene una conexión especial con el arte de la narración y la pedagogía: antes de sumarse al programa, fue docente de nivel inicial y también se recibió de bibliotecaria.
Cuatro años de historias en Abuelas Cuentacuentos
"Llevo unos cuantos años leyendo cuentos —relata Ana María—. Es una actividad que me gusta mucho. Tuve mi primer contacto con la organización Abuelas Cuentacuentos en mi ámbito de trabajo, yo trabajaba como bibliotecaria en una escuela primaria y las convoqué para trabajar conmigo en el colegio. Fue muy lindo; lo primero que les dije cuando me despedí de ellas fue que cuando yo me jubilara me iba a sumar al programa".
Dicho y hecho: frescamente jubilada, Ana María se incorporó al grupo a principios de 2017. Dice que se siente más que agradecida y sobre todo muy contenta, feliz de formar parte de un tan lindo y solidario.
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La imposibilidad de elegir un cuento preferido
—A la hora de ponerte a contar, ¿tenés algún cuento que sea tu favorito?
Ana María duda ante la pregunta. Dice que es es difícil elegir un solo cuento favorito; la realidad es que disfruta de muchos. Además, se maneja con una regla clara: no cuenta ninguno que no le guste.
"Por ejemplo, los de Laura Devetach me encantan —afirma—; uno que me gusta mucho de ella es Monigote en la arena. Otra de las escritoras que suelo llevar a las aulas es Liliana Bodoc, aunque es para chicos un poco más grandes. Sus cuentos enganchan sobre todo a los chicos de 5to y 6to grado".
También nombra a María Teresa Andretto, quien le me parece muy interesante y comprometida como escritora, y dos escritoras patagónicas: María Cristina Ramos y Nelvy Bustamante. "Me gustan esos cuentos que implican una búsqueda del otro, un encuentro", subraya.
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El espacio de las Abuelas Cuentacuentos: un ida y vuelta
Lo que esperan las Abuelas Cuentacuentos del espacio de aventura, fantasía, aprendizaje y cariño que construyen es dejar esa semillita de curiosidad y lectura en los chicos, poder brindarles esos minutos de viaje a la fantasía. Por su parte, los chicos les devuelven la misma energía e incluso más.
"Ellos nos esperan mucho, y cuando nos ven aparecer empiezan a gritar: ¡viene la abuela! ¡viene la abuela! —cuenta Ana María entre risas—. Un día una abuela, por ejemplo, mandó una foto a nuestro grupo de WhatsApp donde se veían un montón de chicos del jardín abrazándola por todos lados; tantos que ella casi ni se ve. Si alguien me pregunta por qué me gusta leerle a los chicos, esta es la explicación, nos dijo. Y tiene razón".
Explica que Comodoro Rivadavia es grande pero no tanto, por lo cual es común que las reconozcan en la calle o en el supermercado y se acerquen para decirles, emocionados, ¡vos viniste a leernos! ¡vos me contaste tal cuento!
"El aspecto más lindo de la actividad es esta devolución del cariño, el reconocimiento, que se acuerden qué cuento les conté —reflexiona Ana María—. Ellos recuerdan cada historia, incluso aquellos detalles que ni yo me acuerdo. La mirada inocente que tienen, la frescura con la que se expresan es lo más lindo. También la forma en que entienden, cuando nos vamos, la importancia del leer por leer, o sea, el placer de la lectura por la lectura misma. Ese es nuestro principal objetivo".