Cuando el Tren Sanitario partió desde Buenos Aires el 1 de agosto de 1951, su destino eran los ingenios azucareros de Tucumán. Pero su recorrido sería mucho más largo: durante cuatro meses atravesaría varias provincias argentinas para acercar, por primera vez, servicios de salud a gran parte de la población.
El proyecto se convirtió en un símbolo del esfuerzo por garantizar el acceso a la salud en todo el territorio. La formación, impulsada por la política sanitaria del gobierno peronista de entonces, tenía una misión clara: brindar atención médica gratuita y hacer relevamientos sanitarios en las regiones más vulnerables.
En cada parada descendían médicos, enfermeros y técnicos con sus instrumentos para realizar controles, diagnósticos y tratamientos. En muchos pueblos, aquel tren era la primera conexión con un sistema de salud organizado.
El recorrido del Tren Sanitario

El Tren Sanitario estaba compuesto por doce vagones y un equipo de 46 profesionales de la salud. Contaba con su propio generador eléctrico, lo que le permitía funcionar de manera autónoma incluso en zonas rurales sin energía. Entre sus vagones había:
- Una farmacia,
- Laboratorios,
- Una sala de rayos X,
- Consultorios médicos y odontológicos,
- Una sala de partos,
- Una sala de cirugía menor,
- Una sala de espera para pacientes,
- Un vagón especial donde se proyectaban películas educativas sobre higiene y medicina preventiva.
Durante su recorrido, el tren atravesó Tucumán, Santiago del Estero, Salta, Chaco y Formosa, brindando atención médica gratuita y distribuyendo medicamentos a las comunidades. En cada estación, los médicos realizaban controles generales, vacunaciones y estudios clínicos, mientras los técnicos recopilaban información sanitaria para futuras políticas públicas.
El viaje, que duró hasta el 14 de noviembre de 1951, fue una experiencia inédita. Por primera vez, el Estado llegaba a cada rincón del país sobre rieles, con la misma calidad de atención que en los grandes hospitales.
Ramón Carrillo y la salud pública

Detrás del Tren Sanitario estaba la figura de Ramón Carrillo, el primer ministro de Salud Pública de la Nación. Designado en 1946, Carrillo impulsó una profunda transformación del sistema sanitario argentino.
Bajo su gestión se construyeron casi 500 hospitales y centros de salud, se organizaron campañas masivas de vacunación y se crearon instituciones como EMESTA, la primera fábrica nacional de medicamentos, que producía fármacos a precios accesibles.
Carrillo sostenía una idea simple pero poderosa: "El mejor plan de salud es agua corriente y cloacas". Su mirada integral entendía la salud no solo como la ausencia de enfermedad, sino como una condición social que debía garantizarse a toda la población. Además del Tren Sanitario, su gestión promovió otras acciones fundamentales:
- La gratuidad de la atención médica en todo el país.
- Campañas de vacunación que redujeron enfermedades como el paludismo de 300.000 casos a menos de 200 en apenas cuatro años.
- La formación de enfermeros y técnicos sanitarios, claves para sostener la red de salud pública.
Estas políticas contaron con el apoyo logístico y económico de la Fundación Eva Perón, que ayudó a equipar hospitales, proveer insumos y garantizar que el Tren Sanitario llegara a destino.

