El sur del océano Atlántico está repleto de sorpresas. Debido a las bajas temperaturas, la inmensidad del paisaje y los fuertes vientos, hasta el día de hoy conserva lugares que son prácticamente desconocidos para la humanidad. Uno de ellos son las Islas Aurora.
Este grupo de islas, que se divide en dos, están a 232 kilómetros del archipiélago de las islas Georgias del Sur y a 1.200 kilómetros de la isla de los Estados, en Tierra del Fuego. Es decir, su ubicación es realmente remota.
Y, además de su lejanía, cubren una superficie muy pequeña. Es por eso que, a lo largo de la historia, muy pocos mapas las incluyeron. Incluso, muchos navegantes llegaron a considerarlas islas fantasma.
¿Cómo se dividen las Islas Aurora?

Se define como Islas Aurora al grupo que forma la roca Negra y los seis islotes que se identifican bajo el nombre de rocas Cormorán. Entre la primera y las restantes, hay 18 kilómetros de distancia.
Debido a su ubicación, estas formaciones rocosas están rodeadas de arrecifes y representan el hogar para miles de ejemplares de cormoranes, petreles, pingüinos, entre otros animales.
Ahora bien. Son un sitio únicamente próspero para la fauna local. Ninguna persona pensó en asentarse en la zona por la dureza del clima, la remota ubicación, las fuertes olas y el tamaño de las Islas Aurora: cubren tan solo 0,2 kilómetros cuadrados de superficie.
¿Qué otras características tienen?
Como si no bastaran las curiosidades mencionadas hasta el momento de las Islas Aurora, quienes descubran el lugar a través de esta nota, también deben tener en cuenta que:
- Alcanzan su punto más alto a 72 metros sobre el nivel del mar.
- A sus alrededores, el océano tiene una profundidad aproximada de 319 metros.
- Se encuentra en la región más septentrional del Arco de las Antillas Australes.
- Se registraron por primera vez en 1762 por el navío español Aurora.
¿Quién fue la primera persona en caminar sobre las Islas Aurora?

Las Islas Aurora fueron y son muy difíciles de encontrar. Pero, incluso, quienes lograron aproximarse en los últimos siglos, nunca idearon un desembarco porque, debido a las características del lugar, les resultó imposible la aproximación.
Es por eso que la única forma de ingresar a las islas es por vía aérea. Y así lo consiguió el geólogo argentino Mario Giovinetto, que en 1955 se convirtió en la primera persona en poner un pie en este remoto lugar, tras un previo viaje en helicóptero. Su ingreso se organizó para tomar muestras rocosas del lugar y estudiarlas.

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