Con la primavera en pleno apogeo en el Hemisferio Sur, hay abundancia de flores por todas partes. Es la época en que el ceibo -o Erythrina crista-galli en el ámbito científico, también conocido como espuela de gallo o árbol de coral- está en plena floración.
Esta flor de color rojo fuego fue designada flor nacional de Argentina en 1942 por diversas razones. Con este homenaje, se reconoció su papel en el patrimonio cultural argentino, así como su prevalencia en casi todo el territorio nacional.
En la actualidad, las flores del ceibo se celebran anualmente el 22 de noviembre con el Día Nacional de la Flor.
¿Por qué el ceibo fue designado flor nacional?
El ceibo posee el título por dos razones principalmente. Primero, porque el árbol pertenece a una especie autóctona de Argentina, es decir, su origen natural se corresponde con este territorio determinado.
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Además crece en muchísimas partes del país; lo encontramos principalmente en las regiones cálidas y húmedas. El ceibo se encuentra de manera natural en las siguientes áreas:
- Regiones de la Mesopotamia - En los márgenes de los ríos y lagunas, en zonas bajas y húmedas.
- Noreste argentino - En las provincias de Misiones, Corrientes, Chaco, y Formosa, donde abunda en las zonas de selva y humedales.
- Litoral - A lo largo de los ríos Paraná y Uruguay, en provincias como Entre Ríos, Santa Fe y el noreste de Buenos Aires.
La leyenda detrás de la flor nacional argentina
La segunda razón por la que el ceibo fue designada flor nacional es su presencia a nivel cultural. Se lo menciona sistemáticamente en leyendas, canciones populares y poemas argentinos; desempeña, desde siempre, un papel importante en la poesía, las leyendas y el folclore argentinos.
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Una de las historias más famosas es la de Anahí, una joven indígena perteneciente a una tribu de la etnia guaraní Mbya y conocida por la dulzura de su voz.
La leyenda cuenta que capturada por los invasores españoles y, al intentar escapar, mató a su captor. A pesar de huir a la selva, fue descubierta y castigada por su acto atándola a un árbol y quemándola viva. Cuando los hombres volvieron por su cuerpo, descubrieron en su lugar un árbol de ceibo.
La leyenda afirma que las hojas brillantes y las flores rojas aterciopeladas de este árbol habían sustituido a su cuerpo y ahora se erigían como símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.