En Argentina se celebra cada 20 de noviembre el “Día de la Soberanía Nacional” para conmemorar la batalla de la Vuelta de Obligado de 1845, que enfrentó a la Confederación Argentina y una flota anglo-francesa. En esta nota, Billiken te cuenta cómo fue el desarrollo del conflicto armado.
En Argentina se celebra cada 20 de noviembre el “Día de la Soberanía Nacional” para conmemorar la batalla de la Vuelta de Obligado, que tuvo lugar en esa misma fecha en 1845. En ese combate la Confederación Argentina hizo frente a la invasión del territorio por parte de una flota anglo-francesa. Más allá del resultado de las armas, lo que se homenajea de aquella acción es la firme y valiente actitud del gobierno nacional ante la prepotencia de dos naciones extranjeras.
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En Uruguay, a mediados del siglo XIX, dos viejos caudillos estaban enfrentados: Manuel Oribe, del Partido Blanco, y Fructuoso Rivera, del Partido Colorado. Ambos mantenían un conflicto en el que terminó participando la Confederación Argentina. Rivera era partidario de comerciar con Inglaterra, Francia y Brasil, y lo apoyaban los unitarios argentinos. Oribe, en cambio, era amigo de Juan Manuel de Rosas, quien intervino en el conflicto para ayudarlo. El período más dramático de esta guerra se registró a partir de 1843, cuando también tomaron parte ingleses y franceses, los dos del lado de Rivera. El puerto de Buenos Aires fue bloqueado y se desató la batalla de la Vuelta de Obligado.
La participación de la Confederación Argentina en el conflicto interno de Uruguay, que se hacía a pedido de Oribe, fue la excusa de ingleses y franceses para atacar Buenos Aires. Antes hubo gestiones diplomáticas, pero Rosas se negó a abandonar a Oribe o rendirse a los aliados extranjeros, pese a la enorme diferencia de poderío. La intervención argentina perjudicaba los intereses comerciales de las potencias europeas.
La flota anglo-francesa se componía de 22 barcos de guerra, algunos de ellos a vapor y otros a vela y a vapor. También participaron del combate 92 buques mercantes. En cuanto a armamento, los ingleses y franceses contaban con el poder de fuego de 418 cañones y una fuerza humana de 880 soldados. Se trataba de una flota de guerra a medias, ya que los barcos llevaban mercaderías y eran custodiados por barcos artillados. Poseían la tecnología militar más avanzada de la época.
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La flota de la Confederación Argentina, al frente de la cual estaba el almirante Guillermo Brown, era muy reducida en comparación con la que llegaba de Europa: un bergantín, dos cañoneras y cuatro baterías con 30 cañones, además de unos dos mil soldados. Los oficiales en jefe de la defensa eran Eduardo Mansilla, Álvaro Alzogaray, Felipe Palacios y Juan Bautista Thorne. Había tropas de Patricios, algunos voluntarios británicos y muchísimos gauchos. Mansilla esperó a los invasores en un lugar estratégico que conocía muy bien, donde el río Paraná forma una curva muy pronunciada y tiene sólo 700 metros de ancho: la Vuelta de Obligado.
La flota anglo-francesa inició las acciones capturando las naves argentinas y tomando la isla Martín García. Después remontó el Paraná y se dirigió a las provincias del Litoral. En el amanecer del 20 de noviembre atacó a unos lanchones argentinos que estaban patrullando la zona, y luego siguió avanzando hasta pasar frente a las baterías de Mansilla. Allí recibió fuego a granel desde las dos orillas, lo que detuvo su avance durante un buen rato. Pero la respuesta de los invasores fue tremenda y terminó minando lentamente la resistencia de los defensores. No todo el combate fue naval, ya que los europeos hicieron desembarcar a dos batallones, contra los cuales cargó la caballería criolla.
Mansilla llevó a la práctica una ingeniosa estrategia para detener a la flota invasora. Aprovechó la estrechez del Paraná en el sitio e hizo tender una gruesa cadena de costa a costa, sobre veinticuatro lanchones. Para sortear ese escollo, los extranjeros debieron cortar el hierro de las cadenas con unas pinzas enormes. Mientras eran retenidos, fueron bombardeados desde las orillas. Al final, los anglo-franceses prendieron fuego a los botes encadenados y pasaron la barrera. Pero no todo terminó allí. En los siguientes días continuó el combate aguas arriba.
La flota anglo-francesa, finalmente, sorteó todos los escollos y dispersó a los defensores. A medida que los invasores navegaban, los pobladores de las diferentes localidades los atacaron. Con el transcurrir de los días, pudieron colocar algunas de las mercaderías que traían para vender en Corrientes, que estaba enfrentada con Buenos Aires. Sin embargo, la mayor parte de la mercancía quedó en sus bodegas y la tuvieron que llevar de regreso a Montevideo. El bloqueo de Buenos Aires continuó un tiempo más, hasta que se llegó a un arreglo diplomático con Francia en 1849 y luego a otro con Inglaterra en 1850. No fue fácil, pero el gobernador Juan Manuel de Rosas mantuvo su postura de no abrir el paso por los ríos interiores y tanto Inglaterra como Francia reconocieron la soberanía argentina sobre el río Paraná.
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