Hace cincuenta años, en un supermercado de Estados Unidos, un producto muy consumido en la actualidad fue el que inauguró el sistema más ágil y completo que conocemos para llevar el inventario de tiendas y negocios en todo el mundo.
A lo largo de la historia, los seres humanos desarrollamos códigos que permitieron agilizar las comunicaciones entre nosotros y también distintos procesos. Uno de los sistemas que más se buscó por motivos prácticos fue el del código de barras, del que existen varios modelos en la actualidad.
Sin embargo, para tomar la forma que conocemos hoy en día, tuvieron que pasar más de veinte años en los que se diseñaron diversos modelos. Así, recién en 1972 se escaneó el primer producto a partir de un código de barras. Pero para saber cuál fue, antes hay que entender para qué sirve exactamente.
El código de barras consiste en un conjunto de líneas paralelas de distinto grosor que almacenan cierta información y que se separan por espacios en blanco. A estas se le suman caracteres numéricos, que cambian según el tipo de producto. En palabras sencillas, contiene la información del producto de forma gráfica.
Así, si bien la historia sitúa a los primeros creadores en 1948, su modelo fue modificado por completo para lograr que cumpliera con su objetivo: el de agilizar las compras en supermercados. En la actualidad tiene distintas funciones:
En junio de 1974, luego de años de implementación, logró escanearse el primer producto a partir de un código de barras, que hoy podemos ver cerca de la salida en muchas tiendas: un paquete de chicles, de la marca Wrigley's.
Sin embargo, su origen se remonta más de cincuenta años atrás. La versión más extendida cuenta que el código de barras surgió en 1948, cuando dos estudiantes de la Universidad de Drexel, en Filadelfia (Estados Unidos), diseñaron un modelo inicial para permitir agilizar las compras en supermercados.
Para esa época, las filas en los supermercados eran muy extensas ya que al momento de pagar el conteo de productos y valores debía realizarse a mano, o con sistemas que eran igual de lentos que el manual.
Sin embargo, el modelo de los estudiantes estadounidenses no funcionó ya que, a pesar de que la idea estaba bien desarrollada, la tecnología que debía decodificar el código no: el escáner, otra parte fundamental que, si no funciona, no se puede leer la información contenida en el código de barras.
Por ello, los siguientes veinte años se diseñaron distintas versiones hasta que la Asociación Nacional de Cadenas Alimenticias de Estados Unidos eligió, para fines prácticos de los supermercados, la versión que conocemos hoy.
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