La diplomacia es una de las herramientas más antiguas y valiosas para mantener la paz entre los Estados. A través del diálogo y la negociación, permite que los países colaboren, resuelvan tensiones y desarrollen acuerdos que afectan tanto a su política interna como a su presencia en el mundo.
Aunque hoy la asociamos con embajadas y misiones oficiales, su origen es mucho más remoto y está relacionado con las primeras formas de organización estatal.
El origen de la palabra
La palabra proviene del francés diplomatie y, a su vez, del griego diplōma, que hacía referencia a documentos doblados que otorgaban derechos o privilegios al portador. Con el tiempo, ese concepto evolucionó hasta nombrar el conjunto de prácticas que regulan las relaciones internacionales.
La diplomacia engloba desde la representación de un Estado en el exterior hasta la capacidad de influir en decisiones ajenas mediante el entendimiento y la persuasión.
A lo largo de la historia, sus formas y objetivos cambiaron según cada contexto político. En la Antigüedad, las misiones diplomáticas eran temporales y en ocasiones servían también como gestos simbólicos entre imperios.
Pero, desde el siglo XV, comenzaron las misiones permanentes, inspiradas en el modelo renacentista italiano. Allí surgió la figura del embajador moderno, autorizado para negociar en nombre de su soberano.
Mirá También
Minerva Bernardino, la diplomática dominicana que luchó contra la opresión y el maltrato hacia las mujeres
Cómo evolucionó la diplomacia moderna
Como cuenta el medio El Orden Mundial, con la Paz de Westfalia de 1648 –que consolidó los Estados modernos– la diplomacia se volvió una práctica estable y profesionalizada. En el Congreso de Viena de 1815 se establecieron los principios que regularon las relaciones diplomáticas de los siglos XIX y XX.
Más tarde, en 1961, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas definió las funciones del personal diplomático y estableció normas como la inmunidad y la protección de las sedes oficiales. Esta convención sigue siendo la base legal que rige la actividad diplomática en la actualidad.
La diplomacia también dejó de ser un asunto exclusivo de los monarcas: con la caída del absolutismo, los gobiernos y sus ministerios de Relaciones Exteriores asumieron el rol de representar al país.
Mirá También
Carlos Saavedra Lamas, el diplomático argentino que obtuvo el “Premio Nobel de la Paz” en 1936
Además, el ejercicio diplomático se amplió para incluir cumbres multilaterales, organismos supranacionales y la participación de actores no gubernamentales. Hoy, su alcance va desde la cooperación científica y cultural hasta la gestión de crisis humanitarias.
Funciones clave de la diplomacia
En su forma actual, la diplomacia cumple distintas tareas esenciales para el funcionamiento de las relaciones internacionales. Entre las más destacadas se encuentran:
- Representar al Estado ante otros países y organismos.
- Proteger los intereses del país y de sus ciudadanos en el exterior.
- Promover acuerdos económicos, culturales, científicos y estratégicos.
A estas funciones se suma un elemento fundamental: la construcción de confianza. La diplomacia moderna busca evitar conflictos mediante la negociación, fortalecer la cooperación y mantener canales abiertos incluso en situaciones tensas.