Algunas –o varias– de las expresiones que se escuchan en el día a día tienen un origen incierto. Si bien sabemos qué significan, resulta un misterio el por qué de ese dicho. "Me viene al pelo", dirían algunos, es una de esas frases.
El dicho, que puede ajustar a momentos distintos, indica cuando una situación, objeto o acción se adecua o es la ideal para alguien o algo. Por ejemplo:
- "La verdad es que el feriado me vino al pelo porque necesitaba descansar".
- "Me viene al pelo que preguntes eso porque estaba por contar la historia".
- "Encontré una promoción en el supermercado que me vino al pelo para comprar las bebidas del festejo".
Un origen animal
"Me viene al pelo" es una expresión que, literalmente, se ajusta a lo que anuncia. Y, como muchas de las frases que se remontan a tiempos remotos, existen distintas situaciones históricas que la explican. En su caso, son dos.
La primera tiene que ver con el uso de las pieles animales, práctica que el ser humano realiza desde tiempos inmemoriales. La caza de animales garantizaba dos cosas: alimento y abrigo, y en este último está la clave para entender la frase.
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Para que las pieles pudieran aprovecharse, había que peinarlas de manera efectiva y cuidadosa. Así, no se dañaba el pelaje cuya función central era la de abrigar y proteger el cuerpo. Además, había que tener en cuenta la limpieza y el curtido, otros procesos esenciales para dejar en buenas condiciones el material.
Tanto la limpieza como el curtido había que realizarlos en dirección al crecimiento del pelo, y ese movimiento garantizaba que las pieles animales resultaran útiles.
Otro momento, también asociado a la frase, se vincula a la sensación placentera de acariciar ese pelaje, siempre que se hiciera en el sentido de crecimiento del pelo.
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¿Cuál es la frase contraria a "me viene al pelo"?
La expresión prácticamente contraria a "me viene al pelo" es la que se desprende de la situación que explicamos más arriba. Al peinar una piel animal en el sentido del crecimiento del pelo, la sensación es de suavidad.
Sin embargo, si se peina a contrapelo se siente de otra manera, quizás más rugosa e incómoda al tacto. Por eso, ir a contrapelo en una situación podría asimilarse a "ir contra la corriente", o en contra de un movimiento natural.