Hace cientos de años que se establecieron las reglas básicas de los partidos de fútbol. En ellas se indica que dos equipos de 11 jugadores deben disputar un partido de 90 minutos, que se dividen en dos tiempos de 45, con un descanso de 15 minutos. El tiempo se cuenta de corrido y los árbitros pueden añadir los minutos perdidos al tiempo reglamentario, al final del encuentro deportivo.
La Football Association (FA) comenzó a delinear las normas de este deporte en 1863.
El camino hacia los 90 minutos
Antes de establecer reglas claras, se determinaba la duración de los partidos mediante un acuerdo entre ambos equipos. Podían jugarse 100 minutos con un entretiempo en el medio, o 50 minutos consecutivos o cuatro tiempo de 20 minutos, entre otras opciones.
No habían surgido grandes problemas, hasta que se disputó un partido entre los equipos de Londres y Sheffield, en 1866. Cada uno jugaba durante tiempos muy distintos. Noventa minutos era justo la mitad y decidieron dividirlos en dos tiempos de 45 minutos cada uno.
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Otros equipos estuvieron de acuerdo y fue por eso que la Football Association decidió que esa sería la duración reglamentaria de los encuentros deportivos, en 1869.
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En 1904, se fundó la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), encargada de promover y regular el deporte en todos los países del mundo. Esta organización también estableció que la duración de los partidos sería de 90 minutos.
Hay excepciones. Los partidos pueden durar más, dependiendo del tipo de competencia o instancia que se esté jugando. En casos de definiciones, antes de llegar a una definición por penales, se agrega media hora, denominado "alargue", que se divide en dos tiempos de 15 minutos, sin entretiempo. Simplemente se efectúa un cambio de lado.
