Jennie “Juanita” Howard fue una de las docentes estadounidenses contratadas por el Estado argentino a fines del siglo XIX para trabajar en Argentina en la formación de maestras normalistas. Su labor hizo que se ganara el título de “Heroína de la Odisea Laica”. Nació en 1845 y falleció en 1933.
¿Quién fue Jennie Howard?
Era oriunda de Coldbrook Springs (Estados Unidos). Asistió a la academia Worcester antes de entrar a la Escuela Normal de Profesores de Framingham en marzo de 1864, de donde se graduó en 1866. En 1883 Jennie Howard y otras profesoras estadounidenses se contrataron por tres años para dar clases en Argentina, a petición del entonces presidente Domingo F. Sarmiento. Tras un viaje extenso, tanto ella como sus colegas tuvieron que estudiar castellano en la Escuela Normal de Paraná (Entre Ríos).
Su labor en Argentina
Tenía 38 años y era una docente experimentada cuando llegó a Argentina el 12 de septiembre de 1883. Después de cuatro meses en Paraná, ella y su colega Edith Howe asistieron a la organización de la Escuela Normal de Niñas de Corrientes, donde permanecieron durante dos años. Más tarde, Jennie Howard pasó a Córdoba y se convirtió en regente y vicedirectora de la Escuela Normal de Niñas de Córdoba. Permaneció allí durante dos años.
Jennie Howard escribió sobre Argentina
Escribió un libro sobre sus experiencias como educadora en Argentina. El ejemplar fue editado en Nueva York y se tituló “In Distant Climes and Other Years”. En 1951, cuando Jennie Howard ya no estaba viva, la “Editorial Raigal” tradujo y editó en Buenos Aires el volumen bajo el título “En otros años y climas distantes”. Allí se lee que “es más difícil para la raza latina decir la verdad” y que los maestros argentinos tenían “profundas fallas que deben ser eliminadas en la formación del joven maestro que todavía tendrá algunas generaciones para erradicarlas”.
La jubilación de Jennie Howard
Jennie Howard se retiró de la docencia en 1903 por problemas en las cuerdas vocales. Permaneció en Buenos Aires con una pensión extraordinaria en recompensa por su labor. Como el pago de su jubilación era escaso, tuvo que dar lecciones particulares. Pero un grupo de ex alumnos, enterados de su situación, obtuvo del Congreso una pensión que permitió vivir mejor en sus últimos años. Falleció en 1933 y fue inhumada en el Cementerio Británico de Buenos Aires, al igual que Sara Eccleston, Minnie Ridley y Frances Bessler, las primeras docentes contratadas por Domingo F. Sarmiento.