A mediados del siglo XIX, especialmente en las zonas rurales, era el maestro quien se trasladaba para llegar hasta los alumnos. En esta nota, Billiken te cuenta qué llevaba consigo el docente y cómo daba las clases.
Tal como lo indican Carla Baredes y Pablo Pineau en “La escuela no fue siempre así” (2008), a mediados del siglo XIX, especialmente en las zonas rurales, era el maestro quien se trasladaba para llegar hasta los alumnos. Viajaba en un carromato, donde llevaba todo lo necesario para su tarea, como láminas, mapas, pizarrón, tizas, útiles para los alumnos, libros y diccionarios. Se quedaba en el lugar elegido entre cuatro y seis meses, y después se iba a otro paraje para empezar de nuevo con su labor.
José Martí, un luchador por la Independencia de Cuba, fue un gran impulsor de las escuelas ambulantes. En un artículo que publicó en Nueva York en 1884 escribió: “Se necesita abrir una campaña de ternura y de ciencia, y crear para ella un cuerpo, que no existe, de maestros misioneros”.
En las zonas rurales donde viven pocos niños y están muy alejados unos de otros, es común que haya una pequeña escuela con un único maestro, una única aula y varios niños de diferentes edades. El maestro enseña a cada niño lo que debe aprender según su edad. Además, los más grandes ayudan a los más pequeños.
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