En 1959 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sancionó la “Declaración de los Derechos del Niño”, en donde se afirmaba que todos los chicos tenían derecho a recibir una educación gratuita y obligatoria.
Tal como lo indican Carla Baredes y Pablo Pineau en “La escuela no fue siempre así” (2008), en el siglo XVIII las ideas de igualdad y libertad establecieron que la educación debía ser un derecho de todos, en vez de un privilegio para pocos. Sin embargo, que la escuela fuera para todos no significaba que todos fueran a la escuela. De hecho, era muy común que los niños trabajaran en las fábricas junto con sus padres y crecieran sin ir a la escuela. Recién a fines del siglo XIX se dictaron leyes que establecían que la escuela debía ser obligatoria. No obstante, hay que recordar que todavía hoy son muchos los chicos que trabajan en lugar de ir a la escuela, sobre todo en los países en vías de desarrollo.
Las limitaciones para ir a la escuela en siglos pasados no sólo tuvieron que ver con ser pobres o ricos. Tampoco podían estudiar las mujeres, los que no tenían piel blanca, los que no eran devotos de la religión del país, quienes tenían algún impedimento físico y los que tenían una cultura distinta. A principios del siglo XIX, Ambrosio Millicay, un mulato que vivía en Catamarca (Argentina), recibió veinticinco azotes en la plaza pública porque se había descubierto que sabía leer y escribir.
En 1959 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sancionó la “Declaración de los Derechos del Niño”, en donde se afirmaba que todos los niños tenían derecho a recibir una educación gratuita y obligatoria, “sin excepción alguna ni distinción o discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del propio niño o de su familia”.
La educación de los niños con capacidades diferentes empezó más cerca de los hospitales que de las escuelas. Los nombres que se usaron para referirse a ella fueron “ortopedagogía”, “defectología” y “pedagogía enmendativa”. Algunos de los motivos por los que los niños con algún problema sensorial, mental o emocional eran separados de los demás eran, por ejemplo, “evitar contagios”.
Actualmente en muchos países de África y del sudoeste asiático, las niñas no concurren a la escuela, o lo hacen durante pocos años. Algunos de los motivos son el matrimonio infantil, el mandato de tener que hacer las tareas del hogar o la creencia en que no deben saber lo mismo que los varones. Las que van, estudian por lo general en escuelas a las que sólo asisten niñas.
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