África es un continente inmenso, compuesto por más de 50 países distribuidos en un territorio de casi 30 millones de kilómetros cuadrados. A fines del siglo XIX, tras la Conferencia de Berlín de 1884, las principales potencias europeas se dividieron este vasto territorio para colonizarlo.
Francia, Inglaterra, España, Alemania, Italia y los Países Bajos se disputaron las tierras y riquezas africanas sin considerar la historia, las culturas o las fronteras previas de sus pueblos.
Pero hubo un imperio que resistió a esa ola colonial: Etiopía. Este territorio milenario logró conservar su soberanía mientras a su alrededor caían reinos y naciones independientes bajo dominio extranjero. Aunque sufrió ocupaciones temporales, ningún país europeo logró establecer un control duradero.
¿Cuál es la historia de Etiopía?
Etiopía es una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Su historia se remonta a miles de años atrás, pero no siempre fue el país que conocemos hoy. Durante siglos, existieron pequeños reinos y territorios independientes que compartían algunas tradiciones, pero no un gobierno centralizado. El Imperio Etíope era uno de ellos, poderoso, pero limitado en su extensión.
A finales del siglo XIX, Menelik II, emperador de Etiopía, emprendió una serie de campañas militares para unificar el territorio. Esta expansión incluyó enfrentamientos con otros pueblos, muchas veces violentos, y prácticas como la esclavitud. Por esas conquistas, el país logró establecer sus fronteras actuales.
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Uno de los desafíos más grandes para el pueblo etíope vino desde Europa. En 1896, el ejército italiano intentó colonizar Etiopía, pero fue derrotado en la Batalla de Adua, un hecho histórico que marcó la independencia del país frente al colonialismo europeo.
Años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, Italia volvió a ocupar el territorio por un breve período, pero sin llegar a establecer una colonia formal. Entre los factores que explican por qué mantuvo su independencia, están:
- Ubicación geográfica: Etiopía se encuentra en una zona montañosa, difícil de invadir y controlar para los ejércitos europeos.
- Unidad política y militar: Bajo el mando de líderes fuertes como Menelik II, el país se organizó rápidamente frente a las amenazas externas.
- Reconocimiento internacional: Etiopía mantuvo relaciones diplomáticas con otras naciones, incluyendo acuerdos que reconocían su soberanía.
- Resistencia cultural: Su identidad como nación cristiana ortodoxa, con una lengua propia y una larga tradición imperial, fortaleció su cohesión frente a la colonización.
