Ubicado en la isla de Honshu, el Monte Fuji es la montaña más alta de Japón y uno de los símbolos más representativos de su cultura. Con 3.776 metros de altura, este volcán activo se eleva majestuoso a unos 100 kilómetros al suroeste de Tokio y atrae tanto a turistas como a peregrinos desde hace siglos.
Más allá de su imponente presencia, el Monte Fuji ha inspirado obras de arte, poemas y rituales religiosos, y sigue siendo hasta hoy un punto de encuentro entre la naturaleza, la espiritualidad y la historia japonesa.
Monte Fuji: una presencia sagrada en el corazón de Japón
El Monte Fuji no es solo un atractivo geográfico: es una figura sagrada en la tradición sintoísta y budista de Japón. Desde tiempos antiguos, se lo considera un lugar de peregrinación y meditación. Según cuenta la historia, los primeros ascensos documentados datan del siglo VII, y los monjes lo subían como una forma de purificación espiritual.
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El volcán ha sido representado en numerosas obras artísticas, como la famosa serie de grabados Treinta y seis vistas del Monte Fuji de Katsushika Hokusai, una de las imágenes más reconocidas de la historia del arte japonés. En 2013, la Unesco lo declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad, no solo por su belleza natural, sino por su influencia en la cultura y la religión del país.
Turismo y desafíos
Cada año, más de 5 millones de personas visitan la región del Monte Fuji, y más de 300.000 se animan a subirlo durante la temporada oficial de escalada, entre julio y septiembre. Sin embargo, este flujo turístico también ha traído consecuencias: el exceso de visitantes ha generado problemas de basura, erosión de senderos y deterioro ambiental.

Para controlar esta situación, las autoridades locales han comenzado a aplicar nuevas medidas, como limitar el acceso diario de personas y cobrar tarifas para el ingreso a ciertas rutas, con el fin de preservar el entorno natural.
Tres datos clave sobre el Monte Fuji
- Altura: 3.776 metros.
- Ubicación: Isla de Honshu, cerca de Tokio.
- Patrimonio Mundial: Declarado por la Unesco en 2013 por su valor cultural.
El Monte Fuji es mucho más que una montaña. Es un lugar donde se cruzan la espiritualidad, la cultura y el turismo. Su silueta perfecta ha quedado grabada en la memoria colectiva de Japón y del mundo, y su protección es clave para que continúe siendo una fuente de inspiración y conexión con la naturaleza.

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