Cada septiembre, cuando aparece la alergia, muchos argentinos miran con desconfianza a los árboles de plátano. Y es que en plazas, avenidas y veredas, sus copas frondosas ofrecen sombra, pero también liberan polen y partículas microscópicas que irritan ojos, nariz y garganta.
Lo curioso, que pocas personas conocen, es que estos árboles llegaron al país de la mano de un prócer: Domingo Faustino Sarmiento. El expresidente, que gobernó entre 1868 y 1874, fue un apasionado promotor de la educación, pero también de la forestación.
Sarmiento y la llegada de los árboles de plátano
Inspirado por modelos de Estados Unidos y Europa, Sarmiento impulsó la plantación de especies resistentes, entre ellas el plátano de sombra, que rápidamente se multiplicó en el espacio urbano argentino.
Para el "Padre de la Educación", estos árboles eran ideales: crecían rápido, daban una sombra abundante y soportaban las inclemencias de la ciudad, desde la contaminación hasta los suelos pobres.
Su visión tenía un costado práctico: buscaba embellecer las avenidas y generar espacios más habitables en las ciudades que crecían. Lo que no podía prever era el efecto secundario que hoy afecta a miles de personas sensibles: la alergia provocada por el polen y las fibras de estos árboles.
¿Por qué el plátano provoca alergia?
El principal responsable de la alergia es su polen, que se produce en cantidades enormes: un solo árbol puede liberar hasta 143.000 millones de granos. Estos granos se dispersan fácilmente con el viento, lo que multiplica el contacto con las vías respiratorias.
Pero no es el único factor. También influyen los tricomas —pequeños pelos de las hojas— y las fibras de los frutos secos, que al desprenderse quedan suspendidos en el aire. Durante los meses de polinización, principalmente en septiembre, quienes son sensibles pueden experimentar:
- Estornudos repetidos y congestión nasal.
- Ojos rojos, picazón y lagrimeo.
- Irritación en garganta, paladar y oídos.
- Tos persistente, rinitis o crisis de asma en los casos más severos.