Pesa un poco más de un kilo y trescientos gramos, y mide unos 14 centímetros de ancho, 13 de alto y 17 de largo. Nada que despierte admiración, ¿verdad? Y sin embargo, ahí está todo: es la usina de nuestro pensamiento y nuestros recuerdos.

Sin él nada es posible, por más que contemos con los otros órganos del cuerpo, porque el cerebro somos nosotros mismos.

Se lo ha estudiado durante siglos, pero ¿qué sabemos de él? Veamos. Por lo pronto, está dividido en dos hemisferios: izquierdo y derecho.

Al izquierdo se lo considera lógico, analítico y objetivo; y al derecho, más intuitivo, creativo y subjetivo.

El izquierdo gobierna los movimientos de la parte derecha del cuerpo, mientras que el derecho maneja los de la izquierda. Esto ocurre así porque los pares nerviosos se cruzan a la altura del bulbo raquídeo.

También es posible distinguir diversas áreas en la corteza cerebral según sea la función que cumplen. Por ejemplo, se han distinguido hasta ahora las del lenguaje, la motora, la auditiva, la olfativa y la visual, entre otras.

Con ayudita

En la parte interna del cerebro hay unos órganos que lo ayudan a cumplir con sus fatigantes tareas. Veamos. Se trata del tálamo, el hipotálamo y la hipófisis. El tálamo se encarga de enviar los mensajes de los órganos sensoriales a la corteza. El hipotálamo controla la temperatura del cuerpo, la sed, el apetito, etcétera. Y por último, la hipófisis fabrica las hormonas que controlan el metabolismo en general.

El pequeño cerebro

Así le dicen al cerebelo, porque parece eso: una versión en pequeña escala del cerebro. ¿Qué hace este órgano? Muchas cosas y muy importantes. Por ejemplo, controla el equilibrio, el movimiento y la coordinación. Eso lo puede hacer porque existe una gran cantidad de haces nerviosos, que lo conectan con otras estructuras encefálicas y con la médula espinal.