El 5 de diciembre de 1870 fallecía el novelista y dramaturgo francés Alejandro Dumas, autor de obras clásicas como Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo.
Había nacido en Villers-Cotterêts, Francia, el 24 de julio de 1802. Era hijo de un general del ejército que francés que murió a pocos años de su nacimiento, en 1806, y dejó a su familia en la ruina. Por ese motivo, Alejandro Dumas tuvo que abandonar los estudios y, más tarde realizó una práctica como abogado pero, en realidad, sus ambiciones estaban en la literatura. Pudo continuar con su formación de manera autodidacta gracias a que se desempeñó como escribiente para el duque de Orléans.
A partir de 1825 comienza su producción narrativa y dramatúrgica con relatos, poemas y vodeviles. Pero el verdadero hito en su carrera llegaría con Enrique III y su corte, primera manifestación de la nueva generación literaria romántica.
En la década de 1830 empezó a escribir novelas históricas y en 1844 la publicación de Los tres mosqueteros lo llevó a la fama. Sin embargo, esa popularidad no se traducía en buenos ingresos económicos, por lo que Dumas trabajaba muchísimas horas cada día para producir más relatos y novelas. Así, con ayuda de colaboradores, llegó a escribir ochenta novelas entre los años 1839 y 1851. La mayoría de estas obras pertenecían al género de aventuras o histórico y no todas contaban con la misma calidad.
El conde de Montecristo es quizá una de sus obras más conocidas, donde predomina la inventiva y la creación de intrigas. En tanto, gran parte de su producción literaria fue adaptada al teatro. Es así que en 1847 fundó el Théâtre Historique, en París, empresa que cuatro años más tarde quebró a causa de las deudas contraídas, a pesar del éxito obtenido.
Otro de los campos en los que Dumas incursionó con éxito fue el del periodismo. Así, la serie de sus Impresiones de viaje (1835-1859) lo convirtió en el primer maestro del gran reportaje.
Luego de un breve paso por la política, momento en que fue nombrado capitán de la Guardia Nacional parisina, se exilió en Bélgica, movido por su enemistad con Luis Felipe de Órleans. Más tarde, hacia 1853 regresó a Francia donde fundó una revista satírica a pesar de la censura de Napoleón III. Entonces dejó de nuevo Francia y viajó a Sicilia.
Sus últimos años los pasó en la ruina y, al morir, dejó una de las obras más prolíficas del romanticismo francés.