Las primeras bases teóricas sobre los problemas en la córnea surgieron en el siglo XI y fueron obra de Alhacén, un científico árabe que investigó cómo afectaban los rayos de luz al ojo humano. Sin embargo, sus conocimientos pudieron traducirse al latín recién en el año 1240, cuando se empezó a hablar de la pérdida y la reducción de la vista.
Sobre el invento, circulan dos versiones: la primera señala que los anteojos fueron creados por varios monjes italianos dentro de un monasterio de Florencia durante el siglo XIII. La segunda teoría (y la más divulgada a nivel mundial) indica que los creó, en el año 1286, un solo hombre de la religión al que identificaron como Alessandro Della Spina, que falleció en 1313.
En un primer momento, eran tan solo dos lentes montados sobre círculos de madera que se unían con un remache que se usaba para apoyarlos sobre la nariz. Esta primera interpretación solucionaba los problemas de vista que están relacionados con la cercanía, como por ejemplo la presbicia.
Recién en el siglo XV surgieron los primeros anteojos que solucionaban problemas de visión de media y corta distancia. En ese entonces, se creía que eran "para los jóvenes", aunque el tiempo demostró que la dificultad para ver de lejos o de cerca no está siempre relacionada con la edad.
Fueron estos también, los que hicieron que se haga énfasis en la comodidad, porque fueron pensados para usar cotidianamente, en el día a día. Con ellos, un siglo más tarde, también surgieron las patillas que se colocan sobre las orejas y continúan en vigencia en la actualidad.