Se construyó hace más de 50 años, en el barrio de Mesa del Mar, ubicado en Tenerife, España.
En las ciudades más urbanas del mundo, los arquitectos están obligados a diseñar construcciones que se adapten al entorno, sin bloquear el tránsito de las personas. Pero este fenómeno también ocurre en sitios repletos de naturaleza, como es el caso del edificio Los Ficus de Tenerife.
Como se aprecia en imágenes, esta construcción residencial de España luce una pequeña carretera sobre su techo, que representa un desafío para los conductores por su pendiente.
Y, aunque muchos pensaron que el proyecto era imposible de realizar, permitió ahorrar espacio de construcción y facilitar el ingreso de turistas a un balneario de la isla.
El edificio Los Ficus de Tenerife surgió como un proyecto innovador, a mediados de la década de 1960, en el cual se buscó crear una torre residencial, con departamentos disponibles para turistas, y al mismo tiempo una vía de acceso vehicular a la playa.
Por lo tanto, luego de su rápida construcción, miles de viajeros que se desplazaban hasta el municipio de Tacoronte, emplazado en la isla de Tenerife, que le pertenece a España, han recorrido esta famosa y empinada calle.
Y, si bien el casco urbano de esta localidad se modernizó durante los últimos 50 años, al momento de su inauguración esta carretera era una de las pocas conexiones entre el barrio de Mesa del Mar y el resto de la isla.
Como era de esperar, quienes son propietarios de los departamentos ubicados en la planta más alta del edificio Los Ficus, admitieron, con el correr del tiempo, que sufren las vibraciones y ruidos que genera el tránsito de vehículos pesados “sobre sus cabezas”.
Pero, por otro lado, el resto de los vecinos confirmó que no sienten las consecuencias mencionadas. Sino que, año tras año, su mayor desafío es superar las altas temperaturas que se obtienen dentro de las unidades, en los meses más calurosos del año.
El edificio Los Ficus, que aún conserva sus 60 viviendas originales, junto a la vía de acceso a la Mesa del Mar, fue un proyecto del constructor Arcadio Pérez Dorta, que contó con la colaboración del promotor Raymon Wilfart y el arquitecto Carmelo Rodríguez.
Puntualmente, todos los familiares de Pérez Dorta no dudaron en decirle al constructor que su idea era muy confusa, extraña y “una locura”. Sin embargo, él avanzó con el plan original, que funcionó a la perfección.
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