En Argentina y en otros países de Latinoamérica es muy común referir a las personas llamadas Ignacio con este apodo. Pero, ¿por qué exactamente?
Cuando una pareja expresa su deseo de tener un hijo y llamarlo Ignacio, se hace evidente automáticamente que ese no será el nombre por el que el resto de las personas se referirán a él. Al fin y al cabo, la manera más corriente de llamar a un Ignacio es por su apodo: Nacho.
¿Alguna vez te preguntaste por el origen del hipocorístico "Nacho"? Billiken te explica los tres posibles orígenes de esta denominación.
Esta primera teoría que explica la creación del apodo "Nacho" y su indisoluble vinculación con el nombre "Ignacio" sostiene que sus orígenes se encuentran en la infancia y el cariño.
Explica que "Nacho", como muchísimos otros hipocorísticos, nacen de la pronunciación incorrecta de niños de los nombres de sus hermanos, hermanas u otros familiares. Sobre todo, señala que es muy habitual que los niños repitan sólo las ultimas dos sílabas de un nombre, y que sustituyan las "R" por "L".
Ignacio no es de los nombres más fáciles de pronunciar para los chicos. Estos optan, mejor, por elegir las últimas dos sílabas -"nacio"- y pronunciarlas de la forma más adorable: "Nacho".
Es interesante señalar que lo mismo sucede con las Rosario, a quienes se las suele llamar "Charo", o los Manolos, a quienes nos referimos como "Lolo". Se tratan de diminutivos cariñosos que surgieron de la oralidad y se instalaron para siempre.
Según esta segunda hipótesis, los Ignacios acarrean su apodo desde que se les elige el nombre por una razón de corte internacional.
Ignacio es de origen latín, "Ignatus". Siglos atrás, el nombre se popularizó en Italia como "Iganazio", transformándose de a poco en Ignazio. En el proceso de adaptación de las costumbres italianas en varios países de Latinoamérica y la asimilación del nombre por parte de los locales, "Ignazio" pasó a pronunciarse "Ignachio", lo cual eventualmente dio lugar a "Nacho" como un apócope del mismo.
La última versión de la creación del apodo "Nacho" es, sin duda alguna, la más dudosa. Sin embargo, vale la pena tenerla en consideración aunque sea solo con fines de entretenimiento.
Sostiene que, en 1943, el jefe del restaurante Club Victoria en Coahuila, México, sacó un plato de la galera para un grupo de comensales estadounidenses.
El menú ofrecido consistía de queso Wisconsin rallado y derretido sobre rebanadas de jalapeños y totopos. El cocinero se llamaba Ignacio Anaya García y, por el evento, fue bautizado con el apodo "Nacho".
Ignacio Anaya García existió y, efectivamente, es conocido como el creador de los nachos. La vericidad de lo que resta y sobre todo su conexión con el apodo que llevan miles de personas quedará por verse.
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