Conocé las razones por las que automáticamente empezamos a caminar cuando atendemos una llamada de teléfono.
Hay algo que la mayoría de los seres humanos hacemos cuando atendemos una llamada por teléfono o mandamos audios por WhatsApp: caminar.
Nos pasa de forma tan natural que ni nos preguntamos la razón ni nos detenemos a pensarlo demasiado. Es más: podemos caminar 3 kilómetros mientras le hablamos al teléfono y no sentirnos cansados en lo absoluto. Es casi como un reflejo. Pero, ¿por qué? ¿de dónde nos nace?
La primera hipótesis -y la que seguro resuene más con el lector o la lectora- dice que el movimiento que hacemos mientras hablamos por teléfono está diseñado para ayudarnos a concentrarnos.
Muchas veces, cuando involucramos solo uno de nuestros sentidos en una actividad primaria, los demás contribuyen a la tarea principal al realizar tareas básicas y/o automatizadas. Caminar es una de las actividades más automatizadas del humano; tiene sentido que sea la elegida inconscientemente por el cerebro para acompañar nuestras charlas a distancia.
No solo caminamos: a veces empezamos a garabatear cualquier cosa con una lapicera, ordenamos la casa o regamos las plantas. La lista de acciones básicas es infinita. Lo importante es que todas ayudan a centrarnos más en la tarea principal.
A esta hipótesis principal le siguen otras, las cuales son, en algunos casos, más representativas para cierto tipo de llamadas o ciertos interlocutores.
La segunda teoría es que las llamadas telefónicas a veces forman parte de las llamadas "acciones de desplazamiento" que hacemos ante la ansiedad o la incomodidad de una situación.
Cuando recibimos una llamada inesperada y queremos cortar -especialmente si tenemos otras cosas que hacer-, el primer reflejo del cuerpo va a ser empezar a desplazarse por el espacio.
Otra hipótesis focaliza en el hecho de que, durante las llamadas o el proceso de grabar audios, nadie nos está mirando.
Cuando hablamos con alguien cara a cara o mediante videollamada, sabemos que nuestra atención tiene que estar puesta plenamente en nuestro interlocutor. Eso exige de nosotros cierto nivel de contacto visual, por ejemplo.
Pero en las llamadas, ¿quién nos mira? Nadie. Nos podemos permitir caminar a donde queramos, cocinar la cena, conquistar tierras nunca antes visitadas. Las posibilidades son infinitas.
Esta teoría también apunta a la mirada, pero no la de un otro sobre nosotros mismos, sino al revés.
Ya no importa no ser mirados sino mirar a alguien. Según esta premisa, al caminar con el teléfono estamos, bien en el fondo, buscando la compañía presencial de ese otro que no está ni va a estar junto a nosotros.
Una última hipótesis nos habla de un fenómeno bastante distinto a los demás. Según ella, caminar mientras hablamos por teléfono es la versión moderna de la vieja costumbre de buscar la birome para anotar cosas importantes o hacer garabatos en el anotador mientras charlás.
Viene de cuando los teléfonos solían tener un cable, obviamente. Supuestamente, las conversaciones de antes estaban tan marcadas por la búsqueda de esa birome que el acto quedó grabado en nuestro ADN - al punto que lo repetimos sin ser conscientes de ello-.
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