Esta experiencia cotidiana se describe como un mecanismo involuntario, generado por un área del cerebro que se denomina hipotálamo.
Una de las sensaciones más típicas durante el invierno es sentir escalofríos o notar que, ante las bajas temperaturas, nuestro cuerpo tiembla de forma involuntaria, durante un corto periodo.
Y, a pesar de que no es el único momento en el cual se puede vivir esta experiencia, los expertos de MedlinePlus, un servicio informativo de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, publicaron una justificación científica.
Según MedlinePlus, los clásicos escalofríos tienen origen en el hipotálamo, definido como un pequeño sector de nuestro cerebro que controla la temperatura del cuerpo, el hambre y la sed.
En otras palabras, su función es intentar nivelar la temperatura corporal, que debe rondar entre los 36ºC y los 37ºC. Por lo tanto, ante la presencia de un frío intenso, buscará contrarrestar las bajas temperaturas mediante contracciones y relajaciones musculares rápidas.
Entonces, cuando el cuerpo tiembla de forma involuntaria, lo que ocurre es que el hipotálamo recibió señales que parten desde la piel y de la médula espinal y, como consecuencia, intentará generar calor.
Por lo tanto, a modo de referencia, es importante añadir que durante un periodo de escalofríos, nuestro sistema incrementará la producción de calor hasta cinco veces por encima de los valores normales.
Sin importar cuánto abrigo lo proteja, el cuerpo humano tiene ciertos límites. Es por eso que, ante la exposición prolongada a bajas temperaturas, este factor climático puede ocasionar la muerte.
La ciencia anuncia que, ante una temperatura de -30ºC y la presencia de fuertes vientos, la nariz, las orejas o el rostro pueden congelarse en pocos minutos sin la protección adecuada.
Y, la exposición a temperaturas aún más bajas, solo incrementa el riesgo. Es decir, las personas deben intentar reducir su tiempo de permanencia en estos sitios e intentar ubicar una fuente de calor.
Un claro ejemplo es lo que ocurre en ciudades como Yakutsk, Rusia, donde hay jornadas de invierno con temperaturas inferiores a los -50ºC y sus habitantes permanecen muy pocos minutos en las calles, al aire libre.
Ahora que ya sabemos por qué nuestro cuerpo tiembla cuando se expone a bajas temperaturas, es fundamental señalar que los escalofríos no solo ocurren en estas circunstancias.
Sucede que la región del hipotálamo, denominada “centro motor primario del escalofrío”, también se activa para predecir la fiebre o una enfermedad.
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