Se presentó como un proyecto innovador en 1929 pero, como consecuencia de su diseño, la única unidad que se construyó fue desmantelada diez años después.
De todos los proyectos que han surgido con la intención de modernizar los ferrocarriles del mundo, el tren a hélice “Schienenzeppelin” es recordado como uno de los más sorprendentes.
En simples palabras, además del llamativo diseño de la máquina, su inédito mecanismo de propulsión no solo se convirtió en un atractivo, sino también que le permitía alcanzar velocidades muy altas para la época.
Según los historiadores, aunque el tren a hélice se consideró un fracaso para muchas personas, rompió un récord de velocidad (230,2 km/h) que ningún otro ferrocarril superó hasta 1954.
La presentación del proyecto que luego culminó en la construcción del primer y único tren a hélice alemán, estuvo en manos del ingeniero aeronáutico Franz Kruckenberg.
El profesional, que dio a conocer los detalles de la extraña máquina en 1929, admitió que su idea era construir un tren veloz y aerodinámico, que tenga un formato muy parecido a los dirigibles de estilo Zeppelin.
Y, para sorpresa de muchos, tan solo un año después la Compañía de los Ferrocarriles Imperiales Alemanes aceptó el desafío de construir “Schienenzeppelin” en sus talleres.
De esta manera, el inédito ferrocarril quedó listo en tiempo récord, se presentó al mundo y rápidamente, el 10 de mayo de 1931 logró superar los 200 kilómetros por hora de velocidad máxima.
Acto seguido, expertos en trenes realizaron nuevos trabajos sobre la unidad con el objetivo de que ruede aún más rápido y, finalmente, lo consiguieron. El 21 de junio del mismo año, el tren a hélice alcanzó los 230,2 km/.
Si bien el tren a hélice “Schienenzeppelin” estuvo muy poco tiempo en servicio, hubo que esperar hasta 1954 para que otro ferrocarril superara el récord establecido 23 años antes.
Es por eso que, durante décadas, expertos estudiaron por qué esta máquina era tan rápida y llegaron a la conclusión que podía superar ampliamente los 200 km/h gracias a:
A simple vista, el tren a hélice “Schienenzeppelin” era rápido, innovador, moderno y eficiente. Pero, sin importar todos sus atributos positivos, la unidad se destruyó por completo en 1939.
Entre los motivos que condujeron a este triste desenlace, se encuentra el peligro que la hélice trasera representaba para los pasajeros que esperaban en los andenes, su imposibilidad de remolcar otros vagones y los gastos excesivos de mantenimiento, entre otros.
Y, por otro lado, este curioso ferrocarril alemán tampoco prosperó por que su país de origen ingresó en la Segunda Guerra Mundial y las autoridades solicitaron desmantelar el tren para reutilizar los materiales.
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