Imaginá que viajas en el tiempo y observás los océanos de hace 5 millones de años. Mientras estás en una antigua costa, ves varias ballenas pequeñas en la distancia, deslizándose por la superficie de un antiguo mar. De repente, y sin previo aviso, una enorme criatura sale de las profundidades.
Con sus enormes mandíbulas, el monstruo aplasta una de las ballenas y la arrastra hacia las profundidades. Grandes trozos del cuerpo son arrancados y tragados enteros. El resto de las ballenas se dispersan.
Acaba de presenciar la hora de la comida del megalodón –formalmente conocido como Otodus megalodon– el mayor tiburón de la historia.
Sobre el megalodón
Como científico que estudia los tiburones y otras especies oceánicas, me fascinan los impresionantes depredadores marinos que han aparecido y desaparecido a lo largo de los tiempos.
Eso incluye a enormes reptiles nadadores como los ictiosaurios, los plesiosaurios y los mosasaurios. Estos increíbles depredadores vivieron en la época de los dinosaurios; el megalodón no aparecería hasta dentro de 50 millones de años.
Pero cuando llegó a la escena, hace entre 15 y 20 millones de años, el megalodón debió ser un espectáculo increíble.
Un ejemplar adulto pesaba unas 50 toneladas métricas –es decir, más de 50.000 kilos– y medía entre 15 y 18 metros de largo. Este animal era más largo que un colectivo escolar y tan pesado como un vagón de tren.
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Sus mandíbulas tenían hasta 3 metros de ancho, los dientes hasta 18 centímetros de largo y la fuerza de mordida era de 2.800 kilogramos por centímetro cuadrado.
No es de extrañar que los megalodones comieran grandes presas. Los científicos lo saben porque han encontrado trozos de dientes de megalodón incrustados en los huesos de grandes animales marinos. En el menú, junto con las ballenas: grandes peces, focas, leones marinos, delfines y otros tiburones.
¿Están los científicos seguros de que el megalodón se ha extinguido?
Persisten los rumores en Internet de que los megalodones actuales existen, de que todavía nadan en los océanos de hoy. Pero eso no es cierto. Los megalodones se han extinguido. Murieron hace unos 3,5 millones de años.
Y los científicos lo saben porque, una vez más, miraron los dientes. Todos los tiburones –incluidos los megalodones– producen y finalmente pierden decenas de miles de dientes a lo largo de su vida.
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Eso significa que muchos de esos dientes de megalodón perdidos están por ahí como fósiles. Algunos se encuentran en el fondo del océano; otros aparecen en la costa. Pero nadie ha encontrado nunca un diente de megalodón de menos de 3,5 millones de años. Esa es una de las razones por las que los científicos creen que el megalodón se extinguió entonces.
Además, los megalodones pasaban gran parte de su tiempo relativamente cerca de la costa, un lugar donde encontraban fácilmente sus presas. Así que si los megalodones aún existieran, la gente los habría visto con toda seguridad. Eran demasiado grandes para no verlos; tendríamos muchas fotografías y vídeos.
Por qué desapareció el megalodón
Probablemente no fue una sola cosa la que llevó a la extinción de este asombroso megapredador, sino una compleja mezcla de desafíos. En primer lugar, el clima cambió drásticamente. La temperatura global del agua descendió, lo que redujo la zona en la que el megalodón, un tiburón de aguas cálidas, podía prosperar.
En segundo lugar, debido al cambio climático, especies enteras de las que se alimentaba el megalodón desaparecieron para siempre. Al mismo tiempo, los competidores ayudaron a empujar al megalodón a la extinción, lo que incluye al gran tiburón blanco. Aunque sólo tenían un tercio del tamaño del megalodón, los grandes blancos probablemente comían algunas de las mismas presas.
Luego estaban los cachalotes asesinos, un tipo de cachalote ya extinto. Crecían tanto como el megalodón y tenían dientes aún más grandes. También tenían sangre caliente, lo que significaba que disfrutaban de un hábitat más amplio, ya que vivir en aguas frías no era un problema.
Los cachalotes asesinos probablemente viajaban en grupo, por lo que tenían ventaja cuando se encontraban con un megalodón, que probablemente cazaba solo.
El enfriamiento de los mares, la desaparición de las presas y la competencia: todo era demasiado para el megalodón. Y por eso nunca se encontrará un diente de megalodón actual.
(c) The Conversation / imagen: Wikimedia Commons