La fortaleza, que se construyó a partir del siglo XII en Camboya, albergó a más de 12.500 personas y recibía hasta 80.000 visitantes cada día, en sus años dorados.
Aunque es frecuente, en los seres humanos, la idea de que tenemos el control de todo lo que sucede en la Tierra, la naturaleza nos demuestra lo contrario. Una clara evidencia de lo mencionado es el templo Ta Prohm.
Esta enorme fortaleza de Siem Reap, Camboya, permaneció en construcción durante más de medio siglo y, en ocasiones, albergó cerca de 100.000 personas cada día, entre habitantes y visitantes.
Pero, con el correr de los años, el sitio quedó abandonado y, como se aprecia en imágenes, la naturaleza avanzó sin piedad. Por fortuna, se decidió conservar los detalles de este proceso, que se convirtió en su principal potencial turístico.
En el año 1186, por orden del rey jemer Jayavarman VII, en esta zona del actual territorio de Camboya, se inició la construcción del templo Ta Prohm, que originalmente se llamó Rajavihara.
El objetivo del monarca era abrir un monasterio budista Mahayana, que al mismo tiempo se utilizara como una zona residencial y un centro de aprendizaje, dedicado a su madre.
Finalmente, la estructura principal del recinto quedó lista a comienzos del siglo XIII y el templo se pobló. Según los registros, llegó a tener 12.500 residentes y a recibir la visita de otras 80.000 personas, responsables de trabajar en el lugar, para que los habitantes puedan acceder a los servicios y suministros necesarios.
Debido a la importancia del sitio, las familias más adineradas también lo utilizaron como una fortaleza. Es por eso que se estima que, en la época de mayor esplendor, Ta Prohm almacenó 500 kilogramos de oro, 40.000 perlas y toneladas de piedras preciosas.
Y, a pesar de todas las señales de progreso que el templo demostró con sus expansiones, realizadas hasta fines del siglo XIII, durante las siguientes décadas entró en un periodo de decadencia, que alcanzó su punto más grave tras la caída del Imperio Jemer.
La historia confirmó que los últimos habitantes del templo Ta Prohm se marcharon durante el siglo XV. Luego, las instalaciones quedaron en completo abandono y la naturaleza avanzó sobre cada construcción de la zona urbana, que cubría una superficie de 650.000 metros cuadrados.
De esta manera, gracias al clima tropical de Camboya y las especies de árboles que crecen en el país, los fuertes muros de Ta Prohm quedaron bajo ramas, troncos y raíces, que se convirtieron en los protagonistas del paisaje.
El proceso natural avanzó, sin frenos, hasta las últimas décadas del siglo XIX y el inicio del siglo XX, cuando se tomó la decisión de restaurar la gran mayoría de los templos centenarios, ubicados en esta zona del mundo.
A diferencia de lo que ocurrió con otros sectores sagrados de Camboya, donde se intentó recuperar cada detalle de los templos, con el objetivo de que alcancen un aspecto similar al que tenían al momento de su apertura, Ta Prohm quedó tal cual lo dejó la naturaleza.
Es decir, por decisión unánime de los responsables del lugar, se anunció que este templo quedaría bajo los árboles, para apreciar la belleza de la historia y flora local.
Eso sí. Debido al potencial turístico del lugar, se realizaron diversas tareas de mantenimiento para evitar cualquier tipo de derrumbe, permitir el paso seguro de los turistas y poder apreciar las características del destino.
Por esto y mucho más, la UNESCO decidió incorporar al templo Ta Prohm en su Lista del Patrimonio Mundial. Desde entonces, su popularidad cada vez es más alta.
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