El 30 de junio de 1934, en pleno día soleado, una curiosa y enorme nave atravesó el cielo de Buenos Aires: se trataba del Graf Zeppelin, un dirigible de origen alemán que realizó más de 600 viajes, cruzando el océano Atlántico en 150 oportunidades.
Ese día, aterrizaba en Argentina luego de un largo viaje transatlántico. Miles de personas lo vieron desde balcones, terrazas, cruces de calles y autopistas. Era, para la época, uno de los eventos más importantes del año.
El Graf Zeppelin, un dirigible de dos cuadras
El LZ-127 Graf Zeppelin se construyó en 1928, año en el que la fabricación de dirigibles estaba en auge. La "conquista" del aire era una ambición desde hacía décadas, y naves como la de origen alemán eran la prueba de que la industria avanzaba en ese sentido.
Los dirigibles antecesores al Graf Zeppelin eran naves de 22.000 metros cúbicos, pero el último modelo de la empresa Luftschiffbau-Zeppelin GmbH era mucho más impresionante, ya que contaba con:
- Una longitud de 234 metros (es decir, más de dos cuadras de ciudad).
- 80 metros de diámetro.
- 40 metros de alto.
- 105.000 metros cúbicos.
- Una velocidad de hasta 130 km/h.
- Una capacidad para 20 pasajeros y una tripulación de 40.
- Una sustentación de hasta 60 toneladas.
- Cinco motores Maybach.
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Fue el único dirigible de este tipo que visitó el país, por lo que su llegada fue un acontecimiento de enorme importancia para toda la población. Se trataba de algo que parecía frágil y fuerte a la vez, y que era imponente por su tamaño y su capacidad de vuelo.
¿Por qué el Graf Zeppelin visitó Buenos Aires?
Temprano por la mañana, el 30 de junio de 1934 miles de personas se levantaron y, sin desayunar, corrieron a Campo de Mayo. Ese sería el lugar privilegiado de aterrizaje, de los pocos que eran igual de amplios y adecuados para recibir a un dirigible de tal tamaño. Y, que a su vez, permitían ver el espectáculo sin edificios o árboles de por medio.
Antes de llegar al sitio de aterrizaje, el Graf Zeppelin sobrevoló el Palacio Barolo, la Plaza de Mayo y el Congreso. También voló por encima de edificios, casas, fábricas y otras plazas, donde cientos de personas se amontonaban para saludarlo.
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Luego, ya en Campo de Mayo, aterrizó con la ayuda de soldados que lo sujetaron de los pasamanos de la barquilla y luego lo amarraron al mástil de agarre. Del dirigible bajo su tripulación y su capitán, Hugo Eckener, que sustituía al conde Zeppelin desde su fallecimiento. De hecho, de él tomó su nombre.
A las dos horas, más pronto que tarde, el dirigible ya levantaba vuelo nuevamente. Había hecho la breve parada por distintos motivos prácticos y políticos:
- Para levantar bolsas de correo y a pocos aviadores argentinos.
- Para demostrar el poderío del gobierno alemán.
El futuro del Graf Zeppelin, sin embargo, no sería muy brillante. Producto de esa guerra, fue desguazado en 1940 para ser utilizado en distintos aviones de combate.