Durante décadas fue apenas una fantasía: subir al Obelisco para contemplar la ciudad desde su punto más alto. Ese deseo, tantas veces postergado, hoy se vuelve realidad. El mayor símbolo porteño ahora puede recorrerse por dentro gracias a la incorporación de un ascensor, un hito en la historia del monumento inaugurado en 1936.
Así se vive la experiencia de visitar el mirador del Obelisco

La obra, que respetó la estructura original del monumento y fue aprobada por la Comisión Nacional de Monumentos, incluyó la instalación de un elevador moderno con vista parcial al exterior y pantalla interactiva. El acceso comienza desde la Plaza de la República, con una breve escalinata que lleva directamente a la cabina. En solo un minuto se alcanza la cima: a 67,5 metros de altura, desde allí se suben 35 escalones más hasta el pequeño mirador.
En lo alto, cuatro pequeñas ventanas —una por cada punto cardinal— permiten una vista privilegiada de Buenos Aires. Las avenidas anchas y bulliciosas desde abajo, se perciben ordenadas y casi silenciosas desde esa altura. Las luces, el movimiento y la escala de la ciudad cobran otra dimensión.

La intervención incluyó también mejoras internas como el reacondicionamiento de instalaciones eléctricas, la incorporación de una escalera metálica de emergencia y el reemplazo del antiguo pararrayos, que no se modificaba desde la década del 30. Para completar la obra, fue necesaria una grúa de gran porte que permitió realizar maniobras delicadas a gran altura.
Una apertura para celebrar a lo grande

La apertura al público llega en el marco del 89° aniversario del Obelisco. Por este motivo, durante todo mayo se ofrecerán visitas gratuitas con cupo limitado para que vecinos y turistas puedan acceder por primera vez a este mirador histórico.
Diseñado por el arquitecto Alberto Prebisch para conmemorar los 400 años de la fundación de Buenos Aires, el Obelisco se convirtió en un símbolo de la ciudad. Ya en 1936 se hablaba de incorporar un ascensor, pero pasaron casi nueve décadas para que ese proyecto se materializara.
El subsecretario de Paisaje Urbano, Juan Vacas, contó en detalle a Billiken cómo fue el proceso de obra para convertir la punta del Obelisco en un espacio accesible con una vista privilegiada de Buenos Aires: "Esto va a ser importante para los vecinos y para el turismo", dijo.
Hoy, la postal más famosa de la ciudad ofrece un nuevo punto de vista.
Desde las alturas, el caos se ordena, el ruido se apaga, y Buenos Aires se revela en todo su esplendor: vibrante, infinita, inabarcable.
El Obelisco, que alguna vez fue apenas un mojón en el mapa, se convierte en pasadizo a otra dimensión urbana. Una experiencia breve, pero inolvidable, donde cada mirada vale más que mil postales.

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Redacción - Mariela Blanco