El estadounidense Morgan Carrington Fowler Junior, o simplemente Cary Fowler, creó una inmensa bóveda con semillas en el archipiélago noruego de Svalbard, en el Círculo Polar Ártico. El sitio ya alberga 825.000 plantas de cultivo y sigue sumando contribuciones. Si ocurriera un gran desastre, esas semillas ayudarían a reanudar el ciclo productivo. Pero no sólo se tomó esta medida para casos de grandes hambrunas, sino como una manera de conservar especies que van desapareciendo debido al cambio climático y ciertos hábitos sociales que dañan los ecosistemas. Cary Fowler trabajó mucho con la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO).
¿Por qué Fowler llevó las semillas al Ártico?
Las semillas fueron llevadas al Ártico porque las temperaturas frías de aquella región les permitirán sobrevivir varias décadas. Se trata de semillas provenientes de todo el mundo: Estados Unidos, Rusia, Corea del Norte y otras partes, incluidos varios países de Latinoamérica. “Las semillas se llevan bien. No ha habido todavía ninguna pelea”, comentó entre risas Fowler, quien en la actualidad es asesor del Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos.
Manzanas en extinción
Sólo en Estados Unidos, por mencionar a uno de los principales productores de manzanas del mundo, ha desaparecido el 86 por ciento de las especies de esa fruta que existían a comienzos del siglo XX. Eso fue posible porque el gusto de los compradores fue inclinándose hacia un tipo de manzana en particular, y entonces los productores se enfocaron sólo en cultivar esa especie. El resto se fue dejando de lado, hasta que desapareció.
El banco de semillas de Fowler
La bóveda de Fowler funciona como una caja de seguridad en un banco. El gobierno de Noruega es el dueño del edificio, pero los depositantes (es decir, cada uno de los países que envían semillas) son los dueños del contenido de sus cajas. Cuando las necesiten, pueden ir hasta Svalbard y retirar el contenido.
¿Cómo es la bóveda?
La bóveda de Fowler está enclavada en el hielo, a 120 metros de profundidad, y su aspecto exterior es casi el de una nave espacial. Se inauguró en 2008, con 100 millones de semillas procedentes de un centenar de países. Está dividida en tres almacenes, que tienen capacidad para alojar dos mil millones de semillas, las cuales sólo serán extraídas en caso de que se hayan agotado o se destruyan. Mientras tanto, se conservan a 18 grados bajo cero en cajas de aluminio cerradas herméticamente, lo que garantiza una perfecta conservación durante siglos. La bóveda resiste todo: es impermeable a la actividad volcánica, los terremotos, la radiación y la crecida del nivel del mar.
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