El sistema linfático constituye una red de conductos muy pequeños que transportan linfa, un líquido incoloro compuesto de glóbulos blancos, proteínas, grasas y sales. Las partes más importantes del tejido linfático son la médula ósea, el bazo, el timo, los ganglios linfáticos y las amígdalas. Los ganglios linfáticos son pequeñas masas de tejido ubicadas a lo largo de la red de vasos linfáticos: producen glóbulos blancos y filtran los gérmenes. Cuando hay una infección en el organismo, aumentan de tamaño y ayudan al cuerpo a defenderse contra los virus, las bacterias y los hongos que pueden provocar enfermedades. El bazo, ubicado en la parte superior izquierda del abdomen, bajo la caja torácica, también forma parte del sistema linfático y se encarga de proteger al organismo: expulsa glóbulos rojos viejos y otros elementos extraños del torrente sanguíneo para ayudar a combatir las infecciones.

Las principales funciones del sistema linfático

El sistema linfático tiene tres funciones principales. Una consiste en drenar el líquido intersticial que se encuentra entre las células para devolverlo a la sangre. La otra reside en transportar hacia la sangre las grasas procedentes de los alimentos que el intestino absorbe. Y la tercera función estriba en eliminar del cuerpo sustancias extrañas y microorganismos patógenos potenciales. 

¿Dónde están los ganglios?

Los ganglios linfáticos forman grupos en las inmediaciones del cuello, la axila y la zona inguinal. Son redondos o tienen forma de riñón, y pueden medir hasta dos centímetros y medio de diámetro.

El conducto torácico

Uno de los principales vasos linfáticos es el conducto torácico, que nace en la parte inferior de la columna vertebral y llega hasta el cuello. Recoge la linfa de la pelvis, el abdomen y la parte inferior del pecho. 

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