25 de mayo de 1810: cómo era la educación - Billiken
 

25 de mayo de 1810: cómo era la educación

Todos recordamos los actos escolares del 25 de mayo en la escuela, cuando éramos alumnos, pero... ¿Como hubiese sido estudiar en esos días tumultuosos y llenos de agitación? En esta nota te contamos como eran los maestros, los alumnos y las escuelas en 1810.

¿Qué pasaba con los niños y las clases en los días previos al 25 de Mayo? En Buenos Aires el regimiento de los Patricios había instalado su cuartel donde estaba el Colegio de San Carlos. Es decir que los alumnos se quedaron sin aulas ni pizarrones. Y andaban de aquí para allá.

Revolución de Mayo. Ilustración: Javier Basile
Revolución de Mayo. Ilustración: Javier Basile

La educación durante la Revolución de Mayo

¿Dónde estudiaremos?

Ilustración: Javier Basile

Es era lo que se preguntaban los alumnos por las calles de la capital. Primero los enviaron a un terreno que el colegio tenía fuera de la ciudad. Al lugar lo llamaban “la chacrita de los colegiales”. ¿Sabés dónde estaba ubicado? Donde hoy está el Cementerio de la Chacarita. Ahí permanecieron un par de años, hasta que se mudaron a la espaciosa casa de un rico vecino, don Riglos, que vivía al lado del Cabildo.

La educación en la época de la Revolución de Mayo comenzaba en las iglesias

Educación en la Revolución de Mayo
Ilustración: Javier Basile

Las primeras letras se enseñaban en las parroquias. Lo básico: leer, escribir, sumar y restar. Y mucha religión. En el Colegio de San Carlos (el único de Buenos Aires) o el Montserrat (en Córdoba), se incorporaban otras materias. Como si fuera un secundario.

¿Y las chicas?

En general, las clases se impartían solo a los varones, aunque a partir de fines del siglo XVIII, y en algunas provincias, se establecieron escuelas para huérfanas y niñas. Los esclavizados afrodescendientes no podían recibir ninguna clase de enseñanza, excepto la cristiana, y solo una vez por semana.

Era común que los maestros golpearan a los alumnos

Educación en la Revolución de Mayo
Ilustración: Javier Basile

Los maestros de escuela solían castigar las faltas de estudio o disciplinarias de sus alumnos con un golpe de palmeta en los nudillos de la mano.

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