La historia de la Asistencia Pública comienza cuando Buenos Aires fue azotada por una terrible plaga de “fiebre amarilla” en 1871, que causó miles de muertos. La fiebre amarilla es una enfermedad viral que transmite el mosquito Aedes Aegypti (el mismo que provoca el dengue).
Se llama “amarilla” porque la víctima presenta en la piel un color amarillento, como si estuviera enfermo del hígado. La trajeron de Paraguay los soldados argentinos que regresaban de la guerra. La epidemia afectó principalmente al barrio de San Telmo y puso en evidencia lo precario que era el sistema sanitario. La primera manzana que se evacuó en San Telmo fue la comprendida por las actuales calles Bolívar, San Juan, Defensa y Cochabamba.
Durante el tiempo que circuló la fiebre amarilla, Buenos Aires tuvo el aspecto de una ciudad abandonada y paralizada. Quebraron los comercios y cerraron las oficinas públicas, inclusive hasta la Corte Suprema entró en receso. El número elevado de muertos obligó a abrir un nuevo cementerio: el de Chacarita. Sarmiento creó la Asistencia Pública a raíz de este desastre sanitario. Mucha gente se mudó al norte de la ciudad y se poblaron nuevos barrios, como Balvanera y Caballito. Con la llegada de los primeros fríos la epidemia llegó a su fin.
Lo que quedó de la epidemia de la fiebre amarilla
Los que más trabajaron para combatir la epidemia fueron: Roque Pérez, Manuel Argerich, Adolfo Argerich, Caupolicán Molina y Guillermo Zapiola, entre otros. El saldo de muertos que arrojó la epidemia de la fiebre amarilla de 1871 fue de 13.584 víctimas. Buenos Aires pasó de tener 200.000 habitantes a sólo 60.000 debido al virus. Al principio morían 30 personas por día, pero el 10 de abril fallecieron nada menos que 564. Las casas se siguieron calentando con braseros sin saber que esa temperatura favorecía la permanencia del mosquito que producía la fiebre amarilla. La primera víctima falleció a fines de enero en un conventillo de la calle Bolívar al 1200.
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