Usualmente, las paradas urbanas de colectivo en Argentina se componen de una estructura bastante sencilla: un poste con el número de línea, ya sea que esté acompañado de un listado del recorrido, o que el cartel indicando la línea esté sujeto a un poste de luz, por ejemplo.
Algunas paradas pueden ser un pequeño refugio, con un techo y banquito para zafar de la lluvia o del Sol intenso. Otras son estructuras de concreto más tradicionales, como las que están ubicadas en rutas. Sin embargo, en cada país estos sitios son distintos y muy curiosos, y a través de su cuenta de X, James Lucas hizo un compilado de ellos.
La clásica casita, reversionada
En Japón existen algunas de las paradas de colectivo más curiosas. El país de las máquinas expendedoras también cuenta con estaciones donde, mientras esperas al transporte público, podes resguardarte en una gran fruta.
Hay otras que no se quedan atrás, porque parecen sacadas de cuentos o porque ofrecen diversión mientras uno espera. Desde columpios hasta estructuras de juego, las hay de todo tipo.
Colectivo y libro, una dupla que no falla
Algunas ciudades se adelantaron a lo que puede hacerse mientras uno viaja, y decidieron ofrecer libros de acceso gratuito para disfrutar de la espera.
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Cuando el colectivo y la naturaleza se encuentran
Mientras que las zonas urbanas no pueden ofrecer paisajes naturales en abundancia, hay algunas paradas de colectivo que, por estar más alejadas de los rascacielos, tienen acceso a vistas de otro mundo.
Hay un caso particular en la lista: el de la estación de colectivos y abejas. Para colaborar con el medio ambiente, en algunas ciudades alemanas tuvieron la ingeniosa idea de hacer que los techos de las paradas fueran espacios naturales para las abejas.
¿Arquitectura o estación?
Hay estaciones que, lejos de parecerse a las más tradicionales, parecen obras de arte salidas del museo, o grandes esculturas que se trasladaron allí con algún motivo particular.