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¿Cuál es el origen de la frase “ser una carmelita descalza”?

Carmelita descalza
La expresión es muy popular en el habla cotidiana, pero pocos conocen su verdadero significado, su origen religioso y el papel clave de una santa española del siglo XVI.

Tres datos clave sobre las carmelitas descalzas

  • La Orden de las Carmelitas Descalzas fue fundada oficialmente en 1562 en Ávila, España.
  • Su impulsora, Santa Teresa de Jesús, fue nombrada Doctora de la Iglesia en 1970.
  • Su estilo de vida está basado en la pobreza, el silencio y la oración permanente.

En muchas conversaciones informales, cuando alguien dice que una persona “es una carmelita descalza”, suele referirse a alguien muy recatado, tranquilo o de vida austera. Sin embargo, esta frase no nació del humor popular, sino de una historia profunda que conecta con la vida religiosa y el compromiso espiritual de una de las órdenes más estrictas de la Iglesia Católica.

La expresión "carmelita descalza" tiene raíces muy concretas: nace del nombre de una orden religiosa reformada en el siglo XVI por Santa Teresa de Jesús, también conocida como Teresa de Ávila, una de las figuras más influyentes del catolicismo.

¿Qué es una carmelita descalza?

Las carmelitas descalzas son monjas de clausura que pertenecen a la rama reformada de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Esta reforma fue iniciada en 1562 por Santa Teresa y más tarde apoyada por San Juan de la Cruz. Su objetivo era regresar a una vida más austera, dedicada por completo a la oración, la pobreza y la contemplación.

Carmelita descalza

El término “descalza” no es metafórico: las primeras monjas de esta rama realmente andaban descalzas o usaban sandalias muy simples como símbolo de humildad y renuncia al lujo. Esta elección marcó tanto su estilo de vida que se convirtió en parte del nombre oficial de la orden: Orden de las Carmelitas Descalzas.

De la vida monástica al lenguaje popular

Con el paso del tiempo, el término “carmelita descalza” traspasó los muros del convento y se instaló en el vocabulario cotidiano. Así, comenzó a utilizarse de forma figurada para describir a alguien extremadamente modesto, reservado o de actitud sumisa. Incluso se aplica con cierto tono irónico cuando se quiere exagerar la actitud recatada de alguien.

Este giro lingüístico convirtió un concepto profundamente religioso en una frase coloquial que, aunque simplificada, conserva algo de su espíritu original: la asociación con la sencillez, la obediencia y la espiritualidad.

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