La Luna acompaña a la Tierra desde hace más de 4.500 millones de años. La teoría más aceptada dice que se formó, en ese entonces, cuando el planeta chocó con otro del tamaño actual de Marte, al que los científicos llamaron Theia.
Cuando este se destruyó, sus restos se juntaron para así formar nuestro satélite natural. Y aunque parezca sorprendente, la Luna no permanece inmóvil en su órbita: se está alejando gradualmente a un ritmo cercano a los 4 centímetros por año, según mediciones de la NASA. Este fenómeno no se debe a un cambio reciente, sino que ocurrió siempre, desde su formación.
Hoy la Luna se encuentra a unos 384.400 kilómetros de la Tierra, pero no siempre estuvo tan lejos. En sus primeros días, después del impacto entre la Tierra joven y Theia estaba unas 17 veces más cerca. Aquella proximidad extrema hacía que los días duraran apenas 18 horas y provocaba mareas enormes que moldearon la superficie del planeta.
¿Cómo sabemos que la Luna se aleja?
Hoy en día, los instrumentos científicos permiten medir con enorme precisión la distancia entre la Tierra y la Luna. Desde las misiones Apolo, los astronautas dejaron paneles reflectores sobre su superficie que hoy se utilizan para calcular la distancia exacta gracias a pulsos láser enviados desde nuestro planeta.
Estos registros muestran que la separación aumenta unos 3,8 centímetros al año, un proceso lento pero constante. A medida que la Luna se aleja, la rotación terrestre disminuye muy levemente. Por eso, a lo largo de millones de años, los días se alargaron.
Además, la interacción gravitatoria entre ambos cuerpos fue clave para estabilizar el eje de la Tierra, un detalle esencial para el desarrollo de la vida tal como la conocemos.
El impacto del satélite natural en el planeta Tierra
Este alejamiento gradual no solo transforma la duración de los días. La Luna influye en muchísimos aspectos del planeta, desde fenómenos naturales hasta comportamientos animales:
- Regula las mareas, que son fundamentales para los ecosistemas costeros.
- Contribuye a estabilizar el eje terrestre, evitando variaciones extremas del clima.
- Sirve como guía natural para numerosas especies, que se orientan por su luz.
Los registros geológicos respaldan estas transformaciones. Rocas conservadas en distintos puntos del planeta muestran cómo la Luna estuvo mucho más cerca hace miles de millones de años. Incluso un estudio reciente sugiere que hace unos 3.200 millones de años se encontraba a unos 270.000 kilómetros, bastante menos que la distancia actual.
Si bien la Luna continúa alejándose, este proceso es extremadamente lento y no representa un riesgo para la vida en la Tierra. Al contrario, es una prueba más de cómo ambos cuerpos evolucionan juntos desde los inicios del Sistema Solar.
Su influencia gravitatoria, su luz y su presencia constante moldearon el planeta y acompañaron a la humanidad desde sus primeras culturas, que organizaban calendarios y rituales observando sus ciclos.