Cuando pensamos en una bruja, la imagen suele ser la misma: sombrero puntiagudo, un caldero humeante y, por supuesto, una escoba voladora. Este símbolo se instaló en el imaginario popular hace siglos, pero ¿por qué se asocia a las brujas con este objeto tan cotidiano?
El origen de las brujas y las escobas
La conexión entre brujas y escobas surgió en la Europa medieval. En aquella época, la escoba era un elemento doméstico ligado a las mujeres y al cuidado del hogar. Esto la convirtió en un símbolo perfecto cuando comenzaron las persecuciones por brujería.

A partir del siglo XV, los relatos de la Inquisición aseguraban que las brujas utilizaban ungüentos preparados con hierbas alucinógenas para participar en aquelarres. Se creía que aplicaban esas mezclas en la piel con ayuda de palos o escobas, lo que dio pie a la idea de que “volaban” hacia sus reuniones nocturnas.
La escoba como símbolo de poder femenino
Lejos de ser un simple utensilio, la escoba también representaba un elemento de independencia y rebeldía. El acto de “montar” una escoba evocaba un gesto de libertad frente a las normas sociales que limitaban a las mujeres en la Edad Media.
Con el tiempo, la imagen se popularizó en grabados, ilustraciones y más tarde en la literatura y el cine. Así, la figura de la bruja en escoba quedó consolidada como parte del imaginario colectivo, más allá de su origen supersticioso.
Tres claves históricas sobre las brujas y las escobas
- Siglo XV: se populariza la idea de las brujas que vuelan gracias a los relatos de la Inquisición.
- Ungüentos mágicos: preparados con hierbas como belladona o mandrágora, asociados a los viajes “astrales”.
- Difusión cultural: grabados europeos de los siglos XVI y XVII fijaron la imagen de la bruja en escoba.
Un mito que sigue vigente
Hoy, la figura de las brujas montando escobas aparece en disfraces, películas y celebraciones como Halloween. Aunque nació del miedo y la persecución, con el tiempo se transformó en un símbolo de fantasía y, en muchos casos, de empoderamiento.
Así, la unión entre brujas y escobas nos recuerda cómo los objetos cotidianos pueden adquirir significados mágicos y convertirse en parte esencial de las historias que atraviesan generaciones.
