La palabra conventillo deriva del concepto convento que significa espacio religioso. Históricamente, cuando estos lugares eran abandonados por los sacerdotes, se convertían en el albergue de los más humildes, quienes los ocupaban colectivamente como una vivienda.
En Argentina y Uruguay, este término se adoptó para referirse a las construcciones de chapa que se encuentran alrededor de los puertos. Durante décadas, estas fueron las casas de los inmigrantes recién llegados.
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¿Cuándo surgió el conventillo?
Los conventillos de Buenos Aires surgieron en 1871, cuando parte de los soldados argentinos que regresaron de la Guerra del Paraguay llegaron contagiados de fiebre amarilla y se desató la epidemia. Hasta entonces, la zona de San Nicolás y Monserrat estaba habitada por familias patricias. Por la cercanía con el puerto, los primeros focos infecciosos se desarrollaron en estos puntos de la ciudad. Esto los obligó a realizar una mudanza abrupta para salvarse.
Las personalidades de la alta sociedad abandonaron las mansiones y se instalaron en Barrio Norte y Recoleta, barrios que tiempo después pasarían a ser de los más caros del país. Sin embargo, decidieron sacarle rédito a esas antiguas casonas en las que vivieron: las transformaron en conventillos.
Dividieron las habitaciones, tiraron abajo las paredes, sacaron las ventanas y dejaron solo lugares comunes como baños y cocinas. En simultáneo, aprovecharon la llegada masiva de inmigrantes al país y comenzaron a alquilar las piezas.
Según relata el historiador Felipe Pigna, a comienzos de 1880 había 1770 conventillos, en los que vivían 51915 personas repartidas en 24023 habitaciones de material, madera y chapas. Para mediados de 1890, ya eran 2249 para 94743 inquilinos.
Ya para mediados del siglo XX, la población en los conventillos disminuyó porque muchos inmigrantes empezaron a comprar tierras propias. Sin embargo, en la actualidad aún sobrevive la infraestructura de estas construcciones en barrios como La Boca, donde todavía hay personas que los habitan.