Aunque la historia las recuerda poco, se calcula que en las batallas que se libraron para obtener la independencia, especialmente la Campaña del Alto Perú, participaron alrededor de 120 mujeres. Además, muchas otras se ofrecieron para realizar tareas de espionaje y estrategia que facilitaron el trabajo de los hombres. Manuel Belgrano, fue el primer prócer que les reconoció ese trabajo y les brindó un espacio dentro de las tropas.
Juana Azurduy, María Remedios del Valle y Martina Silva de Gurruchaga, tres de las tantas mujeres que se autoconvocaron para combatir cuerpo a cuerpo en el Alto Perú, fueron las elegidas para ocupar los cargos de mayor responsabilidad.
Sin embargo, antes de las batallas, Belgrano ya insistía con la idea de que las mujeres debían estudiar y formar parte de la vida política. En varias notas periodísticas que publicó, reflexionó sobre los derechos que la sociedad le denegaba al género femenino y apelaba al sentido común del resto de los hombres para que indagarán sobre esta cuestión. Además, impulsó proyectos para crear escuelas de mujeres porque hacía énfasis en que era necesario equiparar los conocimientos para obtener una sociedad más justa.
La idea de impulsar la participación de las mujeres dentro del ejército la importó de sus viajes a Europa, particularmente de Francia, donde vio que muchas de ellas se involucraron férreamente en combates. De la misma forma, se cree que el hecho de haber sido criado por su madre porque su padre cayó injustamente en prisión, hizo que valorará aún más la labor femenina.
