“Al final, con esto del bilingüismo, los niños no aprenden ni inglés ni castellano”. ¿Quién no ha escuchado, a la salida del colegio o en un café, razonamientos de este tipo?
Esta preocupación va más allá de los entornos puramente informales y es compartida incluso por parte del profesorado. En 2009, un estudio ponía de manifiesto cómo algunos profesores de lengua castellana y literatura se mostraban reacios a coordinar sus acciones con las del programa bilingüe, ya que lo consideraban una amenaza para el castellano. ¿Qué hay de cierto detrás de esta creencia?
¿Cuándo resta el bilingüismo?
En ocasiones muy específicas, el aprendizaje de una segunda lengua sí puede ir en detrimento de la lengua materna. Este fenómeno, conocido como bilingüismo sustractivo, se da cuando, en etapas clave del desarrollo lingüístico (la infancia y la adolescencia), la segunda lengua acapara toda la atención del hablante, que abandona su primera lengua o la relega a un uso minoritario.
Esto ocurre en situaciones de contacto entre lenguas, en las que hablantes de lenguas minoritarias pueden llegar a favorecer una lengua dominante por imposición, pragmatismo o prestigio. Dos sonados ejemplos a nivel mundial son las comunidades indígenas australianas y los hablantes de herencia hispana en Estados Unidos.
En Australia, la política lingüística de enseñar solo en inglés estaba provocando la desaparición de las lenguas aborígenes, que eran lenguas maternas de muchos niños. Fue precisamente la introducción de la enseñanza bilingüe en 1973 la que fomentó su uso en el aula y salvó a estas lenguas de la extinción.
En la actualidad, en Estados Unidos hay casi tantos hablantes nativos de castellano como españoles hay en España (42 millones, el 10 % de la población). Sin embargo, el uso del castellano exclusivamente en el hogar provoca que la mayoría presente dificultades para utilizarlo en entornos académicos.
Expulsión de contextos formales
Vemos por tanto que el bilingüismo solo resta cuando una lengua mayoritaria se impone a otra minoritaria (o minorizada) y la relega a contextos informales o de bajo prestigio. En España tampoco estamos libres de ejemplos. Durante la dictadura franquista, el uso de las lenguas regionales no solo fue expulsado del sistema educativo, sino que también fue ilegalizado y sancionado en el espacio público.
Además, hoy día siguen existiendo importantes comunidades lingüísticas cuyas lenguas maternas no constituyen lenguas de instrucción en el sistema educativo. Este sería el caso del árabe en Ceuta (o dariya), que, pese a ser la lengua materna del 24 % de la población, no tiene todavía presencia institucional en los centros escolares.
¿Qué ocurre con el bilingüismo educativo?
En este apartado vamos a centrarnos en la enseñanza bilingüe en la que el castellano convive con otras lenguas extranjeras, mayoritariamente el inglés. Por mucho que el inglés goce del estatus de lingua franca (o lengua global), no se cumplen en absoluto las condiciones para que su uso en el aula amenace al aprendizaje del español.
En primer lugar, el castellano sigue siendo lengua vehicular del conocimiento: el uso mínimo del inglés en los centros bilingües está establecido en el 30 %, y en el mejor de los casos llega al 50 % de las horas de clase.
Por otro lado, el castellano goza de gran vitalidad, tanto en nuestras calles como a nivel mundial. Por tanto, la lógica nos empuja a pensar que el castellano no corre ningún riesgo en las aulas.
Respaldo científico
No obstante, en muchas ocasiones la ciencia desvela patrones contrarios a la lógica o el sentido común. De ahí la importancia de someter estas creencias al método científico. Esto es lo que hemos hecho en el proyecto BIMAP de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), en el que hemos llevado a cabo tres estudios para analizar la interacción entre el castellano y el inglés en centros educativos bilingües.
En un primer estudio, publicado en la revista Applied Linguistics, se realizaron pruebas de competencia (de nivel) en castellano, inglés e historia a 3 800 estudiantes de 184 institutos (bilingües y no bilingües). Entre otras cosas, este estudio reveló que los estudiantes del sistema bilingüe obtienen mejores resultados en castellano que los del sistema no bilingüe (en este otro artículo, analizamos la interacción entre los resultados y el nivel socioeconómico).
En un segundo estudio, que acaba de ver la luz en Language and Education, se hace un seguimiento de 20 de estos estudiantes durante 2 años. Aquí vemos que el castellano de los estudiantes se desarrolla de forma totalmente óptima y apropiada: utilizan un léxico más rico y una sintaxis más compleja a medida que avanzan en el sistema educativo. En otras palabras, responden sin problemas a las demandas lingüísticas de las distintas disciplinas académicas, que aumentan progresivamente de dificultad.
Transferencia entre lenguas
Se preguntarán cómo es posible que el castellano mejore cuando se le reemplaza por el inglés como lengua de instrucción en ciertas asignaturas. La respuesta a esta pregunta la encontramos precisamente en el tercer estudio del proyecto BIMAP.
Desde los años ochenta del siglo pasado, se sostiene la hipótesis de la competencia subyacente común. Es decir, se piensa que hay un conocimiento lingüístico común para todas las lenguas que un individuo habla, y que los avances en una lengua se transfieren también a la otra.
En el tercer estudio, publicado recientemente en el International Journal of Bilingual Education and Bilingualism, encontramos pruebas que respaldan precisamente esta hipótesis. Durante los dos años del segundo estudio, también se analizó el desarrollo del inglés de estos mismos 20 estudiantes. En este tiempo, se aprecia un desarrollo simultáneo y paralelo en los dos idiomas de aspectos lingüísticos como la nominalización del discurso, la riqueza léxica y la estructuración de las ideas, que suponen bases comunes para la abstracción y la organización del pensamiento.
Por tanto, contamos con datos suficientes para contestar con bastante seguridad a la pregunta del titular. Sí, la educación bilingüe afecta al desarrollo de la lengua materna: lo refuerza y lo mejora.
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