Para los días fríos de invierno nada mejor que un texto que nos permita hablar con los más pequeños de la importancia de decir lo que necesitamos
No había modo de que Frifrí, el muñeco de nieve, forzara siquiera una sonrisa. Para peor, la zanahoria que tenía por nariz estaba roja como un tuco y los botones de los ojos se le hundían en la cara nevada.
Este muñeco no se ve bien —coincidían Juan, Maira y Fede mientras le agregaban ramas en los brazos, lo hacían más gordito, le dibujaban su nombre en la nieve… pero no había caso. Frifrí tenía mal aspecto. Los chicos no pensaban darse por vencidos: querían terminar su muñeco de nieve. Era mediodía y, a pesar del frío, tanto trabajar les dio calor. Juan se sacó la bufanda y la colgó en el cuello del muñeco. Maira le puso su gorro y le calzó sus guantes; Fede le acomodó su campera.
Entonces, la nariz de zanahoria se anaranjó, los ojos se abrieron y una sonrisa de alivio se dibujó en la cara acolchada del muñeco.
—¡Es que soy tan friolento!— suspiró frifrí mientras de sus orejas salían unas nubes de humo como las que larga la pava cuando hierve.
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