Cuando hablamos de los Reyes Católicos, solemos imaginar una unión perfecta y premeditada. Pero lo cierto es que la boda entre Fernando e Isabel tuvo lugar en secreto, con disfraz, documentos dudosos y grandeza histórica.
Fernando e Isabel: una alianza que nació en secreto
El enlace entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón se celebró de forma clandestina el 19 de octubre de 1469, en el Palacio de los Viveros, en Valladolid. Él llegó disfrazado de mozo de mulas, atravesando Castilla de forma incógnita, mientras ella escapó de la vigilancia de su hermano, el rey Enrique IV.
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La Iglesia no aprobaba su unión por la consanguinidad, ya que eran primos segundos. El Papa Paulo II se negó a otorgar la dispensa necesaria. Ante ello, Isabel y Fernando falsificaron una bula firmada por Pío II, muerto hacía cinco años. Solo años después, en 1471, lograron legitimar su matrimonio con la llamada Bula de Simancas, otorgada por Sixto IV a cambio de territorios y títulos.
El matrimonio y la descendencia real
La unión tuvo un fuerte trasfondo político, pero con el tiempo se convirtió en una alianza de poder compartido y afecto mutuo. Tuvieron cinco hijos:
- Isabel de Aragón;
- Juan, único varón (fallecido joven);
- Juana la Loca;
- María de Aragón;
- Catalina de Aragón.
Las crónicas reflejan que con el paso de los años, Isabel describía a Fernando como “el mejor rey de España”, mientras su actividad política resultaba compartida y equilibrada.
Un amor interferido por la historia
Aunque la historia oficial idealiza su matrimonio como un símbolo romántico, investigaciones recientes sugieren que fue más una estrategia política que un gesto de pasión. La historiadora Alejandra Hernández, en su libro Juego de Polvos, sostiene que, como muchas uniones reales, la de Isabel y Fernando fue principalmente una alianza de poder; y que él incluso asistió a la boda acompañado de su amante.
