En la historia de la humanidad existieron oficios que hoy nos resultan sorprendentes o, incluso, extraños. Uno de ellos es el del comepecados, un personaje que tuvo un rol particular en ciertas comunidades rurales de Inglaterra, Gales y Escocia entre los siglos XVII y XIX.
La tradición consistía en contratar a una persona para que, a través de un ritual, se hiciera cargo de los pecados del difunto y liberara su alma de culpas, garantizando así su descanso eterno.
¿Quién era el comepecados?
El comepecados era, generalmente, un hombre pobre que aceptaba este trabajo a cambio de comida y dinero. El ritual era sencillo pero simbólico: se colocaba un trozo de pan o de pastel sobre el pecho del difunto, y el oficiante lo comía mientras bebía cerveza o vino. Al hacerlo, se creía que absorbía los pecados de la persona fallecida.
Este extraño oficio estaba profundamente ligado a la religión y a las supersticiones populares, especialmente en lugares donde las creencias cristianas convivían con tradiciones paganas. Sin embargo, los comepecados eran vistos con recelo, ya que cargaban con las culpas de otros y eran marginados por la sociedad.
El ritual y su función social
La práctica de recurrir a un comepecados tenía como fin calmar la angustia de las familias. Creían que, gracias a este ritual, el alma de su ser querido tendría acceso a la paz y la salvación.
Algunos datos curiosos sobre este oficio son:
- Se documentó principalmente en Inglaterra, Gales y Escocia.
- Estuvo activo entre los siglos XVII y XIX, aunque hay registros anteriores.
- El último comepecados conocido fue Richard Munslow, quien murió en 1906 en Shropshire, Inglaterra.
¿Por qué dejó de existir el comepecados?
Con el tiempo, la Iglesia condenó esta práctica al considerarla supersticiosa y contraria a la doctrina cristiana. El aumento de la educación, la expansión del clero y la pérdida de creencias mágicas hicieron que el oficio desapareciera progresivamente hacia el siglo XIX.
Hoy, la figura del comepecados es recordada como un ejemplo de cómo las sociedades intentaban reconciliar la religión oficial con las tradiciones populares. Su recuerdo pervive en la literatura, el cine y la curiosidad histórica sobre los oficios perdidos.