En 1811, exactamente un año después de la Revolución de Mayo, el pueblo de Buenos Aires se reunió para conmemorar por primera vez una fecha patria. Aunque el país aún no había declarado su independencia, los líderes revolucionarios comprendían la importancia de mantener viva la memoria de aquel 25 de mayo de 1810, cuando se formó el primer gobierno criollo.
El festejo tuvo un valor simbólico enorme. A través de ceremonias, actos públicos y muestras de fervor patriótico, la ciudad dio el primer paso hacia la institucionalización de una celebración que, con el tiempo, se convertiría en una de las más importantes de la historia argentina.
Un festejo con mucha organización oficial
El 25 de mayo de 1811, el gobierno organizó un programa especial de celebraciones públicas para recordar el primer aniversario de la Revolución. Fue la primera vez que se pensó esta fecha como un acto oficial, con el objetivo de reforzar la legitimidad del nuevo poder y unir al pueblo en torno a un sentimiento de identidad común.
Desfiles militares, cañonazos y repiques de campana
Desde muy temprano, la jornada estuvo marcada por gestos simbólicos. A las seis de la mañana se escucharon cañonazos y repiques de campana, que anunciaban el comienzo del día festivo. Luego se realizaron misas en la iglesia matriz y se celebraron actos oficiales en la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo), con presencia de las principales autoridades y un desfile militar frente al Cabildo.
Pirámide de Mayo

En marzo se decidió celebrar el primer aniversario de la Revolución de Mayo, y se pidió al Cabildo que dispusiera la mejor forma de hacerlo. Como resultado, se presentó un proyecto y se aprobó el programa de festejos, en el que se incluía erigir una Columna del 25 de Mayo, con carácter transitorio: la Pirámide de Mayo. Hoy está en el centro de la Plaza de Mayo, pero aquella vez se la ubicó frente al Cabildo. Era un modesto obelisco de adobe cocido, de casi 15 metros de altura, circundado por una sencilla verja. A la noche fue iluminada con faroles y alrededor se ubicaron banderas de los regimientos de Patricios, Pardos y Morenos, Arribeños y Húsares.
Ese mismo día que en la plaza era todo festejo y los chicos corrían de acá para allá, otros chicos, de origen indígena, celebraban a miles de kilómetros. ¿Qué cosa? En el Alto Perú, Juan José Castelli proclamaba “el fin de la servidumbre” de los pueblos originarios.
25 de mayo: Discursos patrióticos y gran participación del pueblo
Durante la jornada también hubo discursos por parte de los funcionarios del gobierno y manifestaciones que buscaban fortalecer el compromiso con el proceso revolucionario. La Plaza Mayor se llenó de vecinos y vecinas, que participaron activamente en las celebraciones y comenzaron a vivir esta fecha como una ocasión especial para expresar el orgullo criollo.
¡Vamos, todavía!
Los festejos incluyeron pequeñas representaciones teatrales en las calles, un desfile de muñecos humorísticos gigantes, la iluminación de todos los edificios cercanos y una buena noticia: la liberación de varios esclavos.
25 de mayo: una fecha clave para construir memoria nacional
El festejo de 1811 marcó el comienzo de una tradición. Aunque en ese momento todavía no se celebraba la independencia —que llegaría recién en 1816—, el aniversario del 25 de Mayo fue clave para fortalecer la idea de una identidad nacional en formación. Desde entonces, esta fecha fue ganando importancia y se convirtió en uno de los principales símbolos patrios del país.