Es común cruzarnos con galerías comerciales venidas abajo y preguntarnos: "¿cómo eras antes?". Billiken te cuenta la historia de estos espacios, desde su apogeo hasta su caída y los esfuerzos actuales por sobrevivir.
Las galerías comerciales barriales de la Ciudad de Buenos Aires no son solo zonas en las que atendemos nuestras necesidades de compra. También son -y supieron ser- espacios llenos de encanto, cultura y misterio.
Además, han sido testigos del devenir de la sociedad porteña a lo largo de los años. Podemos analizarlas desde su origen a principios del siglo XX hasta su estado actual, en función a su contexto y las fluctuaciones que tuvo su relevancia en la vida cotidiana de la ciudad.
Los orígenes de las galerías se remontan a finales del siglo XVIII en Londres y París, donde se construyeron palacios y las calles interiores se llenaron de tiendas de lujo.
Sin embargo, no fue sino hasta dos siglos después que las primeras galerías comerciales aparecieron en Argentina. ¿Cuáles fueron las causas de su surgimiento en nuestro país? Básicamente, tres.
En 1930, los argentinos empezamos a incorporar el concepto de "movimiento moderno". Fue acuñado sobre todo por los valores y el estatus social de los intelectuales, especialmente de la burguesía consumista o snob.
La corriente moderna tenía como objetivo revitalizar la sociedad influyendo en la arquitectura y el diseño de las ciudades. En la década del 50 aparecen en la Ciudad de Buenos Aires una serie de galerías comerciales que retoman las pautas del movimiento.
Así, la construcción de estos espacios de comercio se popularizó en las grandes capitales latinoamericanas, en sincronización con el auge local de las corrientes de arquitectura moderna.
En este momento -recordemos, década del 50-, “ir de compras al centro” era una rutina que se solía cumplir regularmente, cuando las necesidades a cubrir excedían las ofertas de la tienda de barrio o cuando el transeúnte se permitía esos lujos que, en aquél entonces, estaban reservados a la elite.
A medida que se desarrollaron las áreas céntricas y las economías de los ejes urbanos, se expandió la presencia de galerías. Así, se puede decir que estas también fueron resultado de una serie de transformaciones territoriales ligadas al desarrollo de economías céntricas.
La Ley de Propiedad Horizontal aparece a fines de los años 40 y cambia radicalmente la forma en la que el suelo podía dividirse, promoviendo la aparición de tipologías densas, compartimentadas y más económicas.
En consecuencia, muchos edificios y torres empezaron a ensamblarse sobre galerías. Sobre las avenidas Santa Fe, Cabildo y Rivadavia proliferó este tipo de galería comercial junto a la cantidad de gente que asistía a ellas.
Bastaba con poner un pie en su interior para admirar la magia de las galerías en todo su esplendor. Algunos de los elementos más comunes en estas áreas comerciales eran:
Su estética era el resultado de un imaginario criollo que miraba hacia Europa al mismo tiempo que imaginaba su propio futuro.
También es importante destacar que las galerías desarrollaban la suma de arte y arquitectura, por lo cual era común ver obras de arte y murales de reconocidos artistas de la época en sus instalaciones.
Como es de esperar, las galerías comerciales se convirtieron rápidamente en puntos de encuentro para los porteños. En su época dorada, eran centros de actividad y comercio donde las personas se reunían para pasear, hacer compras y disfrutar de la vida social de la ciudad.
Suena familiar... ¿Eran, entonces, simplemente el shopping antes del shopping? No tanto. Hay una diferencia fundamental, y es la especificidad geográfica a pequeña escala. Los shoppings, en todo su esplendor internacional e importado, nunca la pudieron obtener. Por el contrario, dicha especificidad siempre caracterizó a las galerías.
Estos centros locales, en las década del 50, 60 y 70, buscaban desarrollarse y al mismo tiempo identificarse con su población residente. No había una necesidad disruptiva con el entorno sino de asimilación y crecimiento conjunto: los centros locales crecían y se desarrollaban como un espacio de intercambio vecinal, de producción y consumo cultural colectivo.
Hasta la década del 80 los centros comerciales locales mantienen su actividad con la normalidad de siempre. Son exitosos y cumplen un rol destacado en la vida porteña. Después, lamentablemente, acontece la invisibilización o desaparición de las galerías a partir de la consolidación de los shoppings durante los 90.
También la forma de producir y consumir cultura cambia: cierran muchos cines, teatros de barrio y clubes. Lo global desplaza a lo local en todo sentido. En el proceso, los shoppings, como “artefactos de la globalización”, captan la atención total de las inversiones privadas y generan concentración comercial y competencia con el comercio minorista.
La aparición del shopping significó el fin del desarrollo, construcción y pensamiento de la galería comercial como proyecto. Sin embargo, la realidad también es que, si bien a varias las vemos en un estado semi-abandónico, tambien hay muchas otras que están más vivas que nunca. Están, lo importante es notarlas. Las galerías comerciales de Buenos Aires todavía ofrecen alternativas válidas para compras y paseos.
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